Mucha paciencia se debió tener. Demasiada. La calculada gestión de los esfuerzos, además de un rosario de bajas, aseguró las plazas de privilegio de tres nombres. Carapaz, Hindley y Landa. Todos conocen el final de la historia. Un Giro entero a pocos segundos de diferencia. El Passo Fedaia en la Marmolada, la última oportunidad. No quedaban más. La crono de Verona, insuficiente salvo cataclismo tipo Roglic en La Planche. Algo muy imprevisible. Se ha contado y recontado; Carapaz cayó en la envolvente del Bora y perdió la carrera en apenas tres kilómetros. Hindley ayudado por Kanma, sin aspavientos, pero a un ritmo a lo Pantani, conseguía ganar su primer Giro de Italia. Un ganador discreto que no estaba entre los favoritos. Ensombrecido por los rutilantes apellidos, les supo ganar a todos la partida final, con una victoria cocinada a fuego lento.
De no torcerse la cosa en la Dauphiné, nunca Enric Mas llegó en tan buen momento de forma al Tour.
‘Landismo’
Concluido el Giro de Italia con más de un debate abierto, la figura de Mikel Landa se vuelve a cotizar. Lo del vasco es puro genio. Ya no es aquel joven ciclista capaz de asombrar en los grandes puertos, sacrificado y talentoso, en carrera y con sus compañeros. Pero sigue siendo un corredor disciplinado, coherente con el recuerdo que le brindó el reconocimiento del buen aficionado, que supo valorar la renuncia personal a favor de Fabio Aru en el 2015. El ciclismo patrio anda huérfano de referentes y Landa es uno de los escasos existentes. Se le recrimina lo que le espetó Maximiliam Sciandri en su etapa en el Movistar cuando, mostrándole unas fotos, le exigía ver en su rostro el sufrimiento máximo, algo de lo que, según el director, adolecía el corredor en los momentos claves. En la Marmolada sí que se le vio ese gesto retorcido, pero no fue suficiente. Desde entonces, unos dicen que no tendrá una oportunidad más evidente, otros, que el mejor Landa ha regresado y que en La Vuelta tendrá su merecido resarcimiento de un Giro agriado.
Le Tour
Quedan semanas para la gran cita del año. La carrera de todas las carreras, aquella a la que se deben todos y la que decide quién es quién para toda la temporada. Antesalas del Tour de Francia son el Criterium Dauphiné y la Vuelta a Suiza. Semanas de ciclismo alpino que ponen a prueba los motores de aquellos que tienen la ronda francesa como gran objetivo.
Entre ellos se hallará Enric Mas. El mallorquín ha estado concentrado, hasta hace pocos días, en altura por los Pirineos, cerrando el bloque previo a los meses más importantes de su carrera. Después de un invierno y primavera donde ha competido, de menos a más, en la Volta a la Comunitat Valenciana o en la Tirreno Adriático, el infortunio ha marcado lo que lleva de temporada. Vio resbalar sus opciones a podio en un descenso, cuando perseguía un brutal ataque de Pogacar, a la sazón vencedor del Tridente dorado. En la Itzulia, carrera que conoce bien, igualmente se le vio en cabeza y repitió la misma historia. Perdió toda opción en la subida a Arrate, por otra inoportuna caída. El actual líder del Movistar se mostró en las Ardenas. Trabajó para Valverde en la Flecha Valona, y destacó en la Lieja – Bastogne- Lieja, quedando a 48” del vencedor, Remco Evenepoel.
Apuesta
Enric Mas llegará muy preparado al Tour de Francia. Creo no equivocarme si digo que, de no torcerse la cosa en la Dauphiné, nunca llegó en tan buen momento de forma al Tour. Volverá a estar entre los primeros. Nadie dice que le será fácil, pero la experiencia de tres rondas y todo un equipo como el Movistar volcado en sus posibilidades, serán bazas decisivas e inéditas para el “artanenc” en esta nueva edición. Esperemos que las urgencias no le traicionen.
Estamos ante uno de los Tour de Francia más expectantes de los últimos años. Y la Vuelta, no le quedará atrás. Bienvenido un verano de bicicletas, que es su estación como dejó escrito el gran Fernando Fernán Gómez en su obra teatral.