En 1943, la II Guerra Mundial vivía uno de sus momentos más críticos. La Alemania nazi ocupaba el continente europeo y la persecución a los judíos hendía en la gravedad de la noche oscura que atravesaba la humanidad. En Italia, dominada por fascismo de Mussolini en alianza con Hitler, ser judío representaba la detención y deportación a alguno de los campos de concentración donde se asesinaban a millones de judíos.
Cinco años después, en 1948, la guerra había terminado con la victoria de los aliados. La posguerra en Italia, nación derrotada, supuso una polarización y radicalización política que parecía abocar al país a una guerra civil. En pleno Tour de Francia, un 14 de julio – fiesta nacional francesa- sucedió un acontecimiento terrible. Antonio Pallante, un estudiante vinculado a la extrema derecha, atentó contra la vida del líder del partido comunista, Palmiro Togliatti.
Gino Bartali salvó a más de ochocientas vidas de judios. Algo que se guardó en vida.
Hacía pocas semanas, la Democracia Cristiana había ganado las elecciones al Frente Democrático Popular. Existía temor porque las garras de la URSS y la posible expansión del comunismo se adueñaran de Italia. El miedo y la tensión habían infectado las calles. El vil atentado terminó por encender la llamada a la violencia. Italia vivía un estado pre bélico.
Un ciclista y un hombre ejemplar
En estas dos historias confluye un mismo personaje: el ciclista Gino Bartali. El mismo que será homenajeado en la Grand Depart de la 111ª edición del Tour de Francia. La bella Florencia ejercerá de anfitriona, ciudad natal de Gino Bartali. El toscano será homenajeado y recordado por sus éxitos deportivos, y principalmente, por el inabarcable bien que hizo para toda una generación.
El “monje volador“, sobrenombre con el que se le apodó, era un tosco y aguerrido ciclista. Fuerza bruta en un corazón sencillo y humilde. En vida mantuvo en secreto, que con su bicicleta y valiéndose de la admiración que despertaba gracias a sus gestas deportivas, salvó la vida a más de ochocientos judíos.
Escondida entre los amasijos de su máquina, transportaba la documentación que serviría para que cientos de personas pudieran escapar de la muerte. Atravesaba los controles al grito de “forza campioni” que le proferían los soldados nazis, creyendo que el ciclista únicamente se ejercitaba en una de sus habituales sesiones de entrenamiento.
El presidente italiano le pidió que ganará etapas para evitar la guerra civil en Italia.
La misma circunstancia podía pensarse en pleno Tour de Francia de 1948 ¿Qué podía hacer un veterano ciclista, al que los diarios de la época tildaban de” demasiado viejo”, en plena crisis civil italiana? De Gaspari, por entonces primer ministro italiano, lo vio claro.
Cuando ganar un Tour supuso la paz.
Bartali se encontraba a más de veinte minutos del líder, Louison Bobet. Misión imposible para la razón. El presidente llamó al ciclista y le trasladó su preocupación. Ambos compartían la misma fe cristiana ¿Qué puedo hacer le inquirió Bartali a De Gaspari? Este le respondió: “ganar etapas”.
El veterano ciclista atacó en Izoard – que para completar la historia falta en el recorrido de este año- y se colocó a un minuto del líder. Al día siguiente, con la Croix de Fer y el Galibier, remató la faena y se adueñó del maillot amarillo. Conquistó tres triunfos seguidos en los Alpes, ganó el Tour y el ambiente se serenó en Italia. “Has salvado al país”, le agradeció De Gasperi.
Bartalí, un hombre y un ciclista único que merece ser siempre recordado y admirado, y en estos tiempos que corren, un poco más. Su espíritu impregnará de garra y de bien a todos los ciclistas que partirán de Florencia con el sueño del triunfo deportivo y de la paz en el mundo.