El domingo al mediodía vivimos en Son Moix el partido que nadie quería jugar a pesar de la victoria frente al Rayo Majadahonda (2-1). No se puede llamar final de Segunda B a este encuentro de ida con apenas tres mil espectadores sin ambiente en la grada así como tampoco ritmo ni intensidad sobre el césped. Deberían hacérselo mirar los responsables de nuestro fútbol para buscar fórmulas alternativas a la ahora de buscar un campeón definitivo de Segunda B.
No se puede llamar final de Segunda B a este encuentro de ida con apenas tres mil espectadores ni ritmo sobre el césped.
Imagen lamentable
El Mallorca saltó al campo plagado de suplentes excepto Pedraza. Estos no han supieron aprovechar este escaparate que se les ofrecía en el último día para demostrar sus dotes y cualidades ante un Rayo Majadahonda que, sin intensidad, ofreció un juego y una imagen lamentables para el espectador. El segundo periodo fue más movido gracias a los goles. Los aficionados, ante la ausencia de alicientes, se entretuvieron cantando y ovacionando a los titulares que iban saltando al terreno de juego como Álex López, Lago Junior y Salva Sevilla.
Sin tensión
El partido no ofreció nada y al final el público se entregó a los futbolistas como hace una semana atrás en Anduva y a lo largo de la celebraciones que se sucedieron durante el lunes y el martes. Que la semana de festejos se alargara, postergando las sesiones de entrenamiento el jueves, puede explicar esta falta de tensión competitiva por parte de todos. Este fin de fiesta sobraba y más si consideramos que, si al final el Mallorca se lleva esta eliminatoria, será de nuevo lejos de la isla y sin el masivo apoyo que hubo en Miranda para levantar un trofeo que nada ofrece ni motiva más que el ascenso.
Portada: Damià, Lago, Cedric y Faurlín en el bus descapotable rumbo al Ajuntament (RCDM).
