Hoy mucha gente se siente decepcionada con el fiasco de la selección española en el Mundial de Rusia 2018. Después de un naufragio como el vivido en Moscú el domingo, hay que buscar responsables y señalar a los culpables de la decadencia de un equipo que maravilló al mundo en un ciclo de seis años. Todavía me sorprende que haya gente que se ponga triste y sufra por una actuación como la de España en la cita mundialista. Juegan con la ilusión de una afición y un país que siempre siguen apoyándoles pase lo que pase. Estos aficionados son los únicos que no tienen culpa de nada.
Los jugadores saldrán de rositas y en unos días les tendremos en Ibiza sacándose selfies y tomando el sol tranquilamente.
Guerra de poder
Hay que empezar por arriba. En los despachos de la planta noble de Las Rozas hay un recién llegado como Luis Rubiales. El nuevo presidente de la RFEF tuvo que afrontar una crisis que, siendo cierto que no la provocó él, trató de resolverla sin apenas experiencia ni pericia. La decisión de destituir a Julen Lopetegui tiene más sombras que luces porque nadie ha hablado claro de lo que sucedió durante esos días previos al inicio de la competición. El siguiente de la lista es el propio exseleccionador. Poco dice en su favor haber firmado su renovación y días después se olvida de ello para atar su futuro al Real Madrid. Las explicaciones que ofreció en su presentación como nuevo técnico blanco dan risa y carecen de fundamento. Dio vergüenza ajena. Florentino Pérez tampoco puede quedarse al margen. El mandatario madridista ofreció una de las ruedas de prensa más esperpénticas que se han visto en el mundo del fútbol. Pérez tampoco ayudó a crear un clima de normalidad. El dueño del parking de Son Espases se encargó que en la presentación de Lopetegui se presentaran muchos palmeros a aplaudir o abuchear a unos periodistas mansos que le hicieron preguntas teledirigidas.
Desencajados
Bajando al verde no podemos quitarle responsabilidades a Fernando Hierro. Era suficiente con verle el rostro desencajado en el encuentro ante Irán para comprobar como la situación le superaba y era incapaz de encontrar soluciones imaginativas. El tsunami le arrastró demostrando que no es suficiente haber sido un gran futbolista para dirigir un grupo en unas circunstancias tan complicadas como han sido estas. Los responsables finales son los futbolistas con una actuación penosa de muchos de ellos. Uno de los nombres propios es el de David De Gea quien se ocupço más de redactar tweets antes de centrarse en sus actuaciones. Prefiero no hablar de su aportación futbolística pero creo que se dejó llevar por las circunstancias. Al final los jugadores saldrán de rositas y en unos días les tendremos en Ibiza sacándose selfies y tomando el sol tranquilamente.