Mientras los profesionales terminan de desperezar el arranque de la nueva temporada, los días preprimaverales que nos regala este mes de febrero anuncian la inminente llegada de cientos de miles de cicloturistas a la isla de Mallorca.
Ya avanzado el siglo XIX, Mallorca invitó a los primeros turistas y privilegiados a recorrerla en bicicleta. Eran excursionistas que, atrapados por la majestuosidad de la Serra de Tramuntana, se aventuraban a descubrirla ayudados por aquella máquina de dos ruedas que había supuesto una revolución en las comunicaciones de la época.
Destino único
Es muy frecuente la pregunta de por qué Mallorca está considerada un destino único en materia cicloturista. Las respuestas pueden tener varios orígenes y causas. La industria, tal y como hoy la conocemos, surgió promovida por hoteleros que amaban el ciclismo, tanto o más que sus negocios. Qué mejor que unir ambas pasiones, organizando carreras y que sus hoteles albergaran a los ciclistas y sus equipos.
Un cicloturista puede alternar en una misma ruta diferentes grados de dureza, paisaje y clima, si se ha diseñado con esmero.
La visita de aquellos cientos de ciclistas profesionales durante años, coincidiendo con los meses invernales de la pretemporada ciclista, trajo consigo la imitación de aficionados que, atraídos por las imágenes de sus referentes y por las ofertas específicas de algunos complejos hoteleros, huyendo del frío, terminaron por animarse a venir a Mallorca con sus bicicletas. Fue el nacimiento del cicloturismo. Más tarde llegaron emprendedores internacionales que acabaron de organizar y explotar el que está considerado uno de los productos turísticos desestacionalizados más consolidados.
Paraíso cicloturista
La isla cuenta con una importantísima y destacada red de carreteras secundarias y terciarias, hecho que favorece la seguridad de los ciclistas y que ejerce de impulso proselitista a quien las descubren. Además, la dimensión proporcionada de la isla y la diversidad de su paisaje termina por completar la experiencia. Un cicloturista puede alternar en una misma ruta diferentes grados de dureza, paisaje e incluso clima, si se ha diseñado una ruta con esmero. Este conjunto de circunstancias conforma una vivencia que ha terminado por atrapar a miles de aficionados que, de vuelta a sus países de origen, se convierten en los mejores comerciales del paraíso cicloturista que representa la isla.
Otro factor que ayuda a que Mallorca sea considerado un paraíso para el cicloturismo son los llamados puertos. No exentos algunos de dureza, tienen la longitud adecuada para todo tipo de niveles. Pondré un ejemplo para darme a entender. Si un cicloturista se va a los Dolomitas o a los Pirineos ― auténticos santuarios ciclistas ― al subir sus icónicos puertos, sus rutas tendrán siempre la misma dureza y continuidad. Subir, ascender, coronar y descender. Kilómetros y kilómetros de ascenso y desnivel, con sus tremendos descensos para volver a empezar, quienes tengan nivel para ello.
Valor diferencial
Sin lugar a duda, una experiencia única, pero que requiere muchas horas previas de entrenamiento y una fuerte mentalidad, además de convivir con la monotonía de una ruta que recorre entornos incomparables. En Mallorca esto no tiene por qué suceder. Se pueden diseñar rutas de alta o media montaña, repechos, llanear durante horas, combinar bosques mediterráneos, valles, campos de cultivo y terminar subiendo un Coll con sus curvas de herradura, antes de llegar a un hotel que alberga todas las comodidades y equipamientos que necesita un ciclista, junto con unas espléndidas vistas al mar. Esto es un valor diferencial de Mallorca con otros destinos. Una ventaja competitiva durante décadas que la ha convertido en una referencia mundial en materia ciclista.
Anfitriones
Se avecinan esas semanas en las que la densidad de ciclistas, venidos de Oriente y de Occidente, se incrementará en determinadas zonas. Los puntos conflictivos suelen ser las entradas y salidas de los núcleos urbanos más poblados y turísticos, las rotondas y algunas carreteras que deberían ser evitadas por los guías o conductores de grupos cicloturistas.
Es tiempo de ser buenos anfitriones por los beneficios que supone para Mallorca, y porque, además de ser clientes directos o indirectos, son vidas humanas con sus familias, que han escogido la isla, entre otras razones, porque tiene fama de ser un lugar en donde se sabe respetar al ciclista.
Convivencia y respeto
La responsabilidad es recíproca. He visto ciclistas ― algunos referentes mundiales ― poner en riesgo su vida y la de terceros con comportamientos o acciones absolutamente reprochables. En este caso, la imitación, no cabe. Los descensos son otro punto para tener muy en cuenta. El ciclista debe ser consciente de que la carretera está abierta y que, en cualquier curva o cambio de rasante, puede jugarse su destino en décimas de segundo por la soberana estupidez de bajar unos km/h más deprisa.
Mallorca es un paraíso ciclista pero no es el Tour de Francia, ni un cicloturista será nunca Pogacar y compañía, por muchos watios que mueva. Convivencia, respeto y paciencia mutua. Virtud de los que llegan, que de eso se trata. Que los que vienen, lleguen a sus casas como vinieron, y que los que ya están, lleguen a su casa sin sobresaltos, aunque sea unos minutos más tarde.