Vaya semanita que hemos pasado. Comenzó con sorpresa. Despertábamos el pasado lunes con un anuncio inimaginable horas antes. Evenepoel acababa de reconquistar la maglia rosa como estaba previsto. Cierto es que su victoria fue pírrica en comparación con los registros de la etapa inaguraral, donde en apenas diecinueve kilómetros fue capaz de asestar 47″ a su gran rival, Primoz Roglic. De madrugada y de forma intempestiva, Evenepoel abandonada el Giro después de dar positivo por Covid en un test protocolario previo a la jornada de descanso.
Son contados los casos de líderes de una carrera que se ven obligados a abandonarla. Merckx y Pantani son precedentes que se vieron obligados por asuntos relacionados con el dopaje. En estos días que se han cumplido veintinueve años del fallecimiento de Luis Ocaña, los más veteranos recuerdan el dramático abandono del conquense siendo líder destacado del Tour de Francia, después de la trágica caída en el descenso del Col de Menté en plena tormenta. Un accidente que marcó su vida.
El abandono de Evenepoel lastra y marca un Giro controvertido y aguado.
Evenepoel se marchó por enfermedad y después de detectar una bajada exponencial en su rendimiento. La ajustada victoria en Cesena tuvo su aviso el día anterior con el demarraje de Roglic al que no pudo dar réplica. Los profesionales van a las carreras a disputarlas y a ganarlas. Todo está medido y bajo control. Viven en una burbuja permanentemente. Se mide la calidad del sueño, la ingesta de comida, la areodinámica de su vestuario y bicicleta… absolutamente todo. Cuando Evenepoel y su equipo detectaron que su organismo reducía las opciones del objetivo principal de forma evidente, abandonaron.
Carrusel de abandonos
Desde entonces y a estas horas se suman más de treinta y siete abandonos por diferentes motivos. Una cifra catastrófica para cualquier organización. Unos por Covid, otros por las contusiones provocadas por las múltiples caídas acontecidas en la tormenta de viento, lluvia y frío en la que está desarrollando este accidentado Giro de Italia. Nadie imaginaba un aguacero de este calibre. Italia era uno de los países con una sequía más prolongada, y la ansiada lluvia llegó en plena “corsa rosa”, para desgracia de la organización, ciclistas y aficionados.
Ante un imponderable así solo cabe la resignación. Después, irrumpe el debate que se ha ido generando en los últimos días. Una polémica que ha ido aumentando con la supresión de cimas y la reducción de kms ante la lógica presión del colectivo ciclista. La transformación de la etapa reina con final en el Crans Montana en una etapa “princesa” de apenas setenta y cinco kms va en perjuicio del espectáculo y de lo que se espera de una de las grandes citas del calendario ciclista. El Giro de Italia y su reputación salen muy dañados con decisiones de este calado.
¿ Y ahora qué?
Solo nos queda esperar que el sol salga por algún lado. Saldrá. La tercera semana y decisiva está llamada mejorar el cúmulo de sensaciones amargas que se han vivido en los últimos siete días. La batalla por el triunfo final se apura en apenas un puñado de segundos, que son los que separan a los tres grandes favoritos.
Geraint Thomas, Primoz Roglic y Joao Almeida parecen los más fuertes. Los tres están bien respaldados por sus respectivos equipos, con hombres estratégicamente situados en la General, un indicativo de que lo mejor está por llegar. Entrar en la disquisición de qué corredor tienes más opciones después de la catarata de imprevistos acontencidos es apostar a la suerte del acierto. Cualquiera de los tres puede ganar.
Todo indica que el Giro se los disputarán los tres primeros clasificados: Thomas, Roglic y Almeida.
Thomas aporta la veteranía y la gestión inteligente y racional de sus esfuerzos. Su discreción y elegancia natural son equiparables al tesón y calidad. Me alegraría mucho verle ganar el Giro de Italia. Retirarse con dos grandes vueltas en su palmarés, un Tour y un Giro, haría justicia histórica con este gran ciclista.
Primoz Roglic es el gran favorito para muchos. Su concepción agresiva del ciclismo le convierte en ídolo y atractivo. Se espera de él un ataque en el día menos pensado. Entiendo que la lección aprendida en la última Vuelta, con su percance fatal, la tendrá muy presente para asumir el riesgo necesario en el momento más conveniente. Atacar, atacará. De eso no tengo ninguna duda.
Y de Joao Almeida se sabe que es un corredor que suele tener excelentes terceras semanas. Ha mejorado mucho en la montaña, y la cronoescalada del penúltimo día puede ser su principal inconveniente frente a sus otros dos rivales. El portugués va a más. Conoce el Giro y sus entuertos. Calidad y capacidad las tiene a raudales. Solo falta saber si también tendrá la osadía de reventar la carrera en alguna de las etapas que quedan.