Hace unos días que el Tour de Francia recorre los idílicos parajes de la Champagne y la Bourgogne, Entre viñedos y champán, en territorio de la Resistencia francesa, ha discurrido parte de una primera semana cargada de emociones y tensiones, dando la impresión de que hemos presenciado más de ocho jornadas de carrera.
Sin respiro ni tregua, Pogacar, Cavendish y Binian Girmay han escrito sus nombres en el primer capítulo del libro de ruta, a la espera de lo que suceda en la incierta y novena etapa.
La de este domingo no es una jornada cualquiera. El pelotón encara un envite mayor. Un guiño al ciclismo de moda. El que recorrerá los “ chemins blancs” de tierra y gravilla, agregando a la espumosa atmósfera que se vive en el Tour, la dificultad técnica y el riesgo a un percance incontrolable. Es un día para resistir, para no perder.
El Tour finaliza una primera semana que ha parecido un mes, por la cantidad de hechos que se han sucedido.
Pogacar, aun con abono garantizado de superfavorito, reconoce el estrés que genera el invento. Sus exhibiciones en el sterrato de la Toscana, en sus dos participaciones en la Strade Bianche, así le avalan.
Aparece una dificultad añadida para Vingegaard, que acelera su respiración con la idea de acercarse a los registros de un líder sólido.
Una etapa para sobrevivir
La colocación, las ayudas de los domésticos, las averías mecánicas y los imponderables pueden cambiar la sensación actual. Como nunca, la organización y la estrategia influirá en la última batalla de la semana.
Treinta y dos kilómetros de incertidumbre, con especial mención a los tres últimos, pueden hacer perder el Tour a algún favorito. La novena etapa va más de no perder las opciones que de tocar la gloria. Va de salvar al soldado mejor colocado.
Este artículo también se publicará en Ultima Hora, en la edición del 7 de julio de 2024