Es una pregunta que circula cada vez más entre los aficionados. Ampliable a qué le pasa al fútbol moderno. Asociado en su día a la furia y a la garra, más tarde al fútbol de estilo y de toque, se ha distanciado definitivamente de aquel que nacía en las calles y plazas de los barrios, cargado de espontaneidad, y se ha ido transformando en un fútbol previsible, de circuitos técnicos, de auto-escuela.
Sea lo que fuere, los datos son témpanos de hielo para el fútbol español. No hay gol en la Liga, y el fútbol que se suele ver es mayormente espeso y tedioso. Agravado ahora por la falta de público, deja la fantasía y la emoción al capricho, o a la mera pasión generosa del aficionado que siente los colores de su club.
El fútbol es lucha y pasión con cabeza. Un imposible para quienes hacen de aquel simulacro una cuestión individual, egocéntrica o narcisista.
Añoranza
Cada vez son más los portales, muros y plataformas que echan mano del retrovisor con un sentimiento de nostalgia del fútbol que un día vivimos. Sus seguidores se reproducen como setas, renegando del fútbol moderno, un fenómeno que encuentra específicamente su epicentro en el fútbol español.
Siempre hemos escuchado aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Algo bastante discutible. Pero en el contexto futbolístico, tanto en la pureza del propio juego, como en la estética que desprendían aquellos futbolistas de antaño, hacen inevitable recordarlos con añoranza.
Evidentemente, la edad mucho tiene que ver en ello. Pero, por citar algunos recuerdos fáciles, aquellos que vivimos las ligas que perdió el Real Madrid en Tenerife o la UEFA del Espanyol de Clemente, el Super Depor, el Queso Mecánico, el Barça de Cruyff, el Mallorca de Contestí, de Cúper y Luis Aragonés, es inevitable sentir nostalgia de aquellos campeonatos ligueros y de lo que transmitía aquel fútbol.
Espejo social
Mucho tiene que ver la personalidad y el cambio sociológico que ha experimentado España en los últimos diez años. El fútbol no deja de ser un transmisor de lo que sucede en la sociedad. Es una de las grandezas que tiene este deporte de masas.
Es un deporte colectivo, que necesita de la comunicación, del entendimiento. Un buen equipo es un engranaje táctico de sentimientos y emociones ordenadas que tienen como objetivo ganar al rival. El fútbol es lucha y pasión con cabeza. Un juego sencillo para personas inteligentes. Once futbolistas que son capaces de convertirse en un alma. Un imposible para quienes hacen de aquel simulacro una cuestión individual, egocéntrica o narcisista. Males sociales de nuestros tiempos.
El fútbol actual, ya sea porque también ha sustituido el romanticismo de la quiniela del carrusel por la ludopatía de las apuestas, no es el fútbol que yo conocí. Me lo han cambiado. Ni el Barcelona ni el Madrid saben quienes son y dónde van. Y en Europa ya se han enterado. Por no haber, no quedan directivos ni presidentes. Y al apuntador, periodista de cabina y bolígrafo, poco le queda. Si nos descuidamos, cualquier día de estos escuchamos aquello de que el último pague y apague la luz.
Soprende que un presidente cicilista hable con ese cariño y sapiencia de un deporte completamente distinto del que preside. Felicitaciones, aunque, en este caso, discrepo; cualquier tiempo pasado fue mejor. Y sino, que se lo pregunten a los espectadores y aficionados que acudiamos al estadio Luis Sitjar.
No se sorprenda de los conocimientos futbolísticos del señor Gilet. Ha sido entrenador de fútbol en su día…