Nico López ha superado ya los 800 partidos como entrenador en Tercera División. El técnico natural de Inca es, a sus 55 años, el decano de los banquillos del futbol de ca nostra habiendo pasado por los banquillos del Sóller, Poblense, Constància, Atlètic Balears, Montuïri o Llosetense. Logró el ascenso de categoría con los sollerics e inqueros además de dirigir también a los balearicos y llosetins en Segunda B.
Tomeu Terrasa: ¿Cómo fueron sus inicios?
Nico López: Había entrenado con La Salle, La Estrella y luego recalé en el Baleares. En el año 90 me dijeron si quería coger el Sóller, me había sacado el título nacional el año anterior. Tras el primer entreno pensé que no quería volver. Hacía mucho frío, no había agua caliente y el campo era todavía de tierra. Fue una época muy bonita, me acuerdo de todos los jugadores de entonces y que el primer partido lo empatamos contra el Badia de Cala Millor.
¿Le hubiese gustado poder dedicarse exclusivamente a entrenar?
No he sido profesional del fútbol porque no fui tan valiente como otros entrenadores que han salido fuera. Mi mujer me dice que no me queje porque otros técnicos no llegarán ni a cincuenta partidos en Tercera. Siempre tuve la idea de ser profesional. Tras mi paso por Sóller tuve una oferta del Nàstic pero pedía mucho. Hubo un entrenador mallorquín que me puso bastantes trabas porque consideraba que era demasiado joven.
No me habían despedido nunca y tuvo que venir alguien de fuera para echarme del Baleares.
¿Su familia siempre le ha apoyado?
Quiero darle las gracias a mi mujer Esperança porque tiene que aguantar muchas cosas. En junio y julio tienes que fichar y llamar a mucha gente. Lo que me sabe mal es haber dejado un poco abandonados a mis hijos. Pero ellos vienen a verme junto a mis padres. Ha valido la pena conocer a tanta gente.
¿Cuál ha sido su mejor y su peor momento?
He tenido épocas de todo tipo, como cualquier persona. He intentado olvidar las malas. La peor fue el descenso con el Sóller tras hacer un esfuerzo sobrehumano y que me echaran del Baleares. En todos estos años no me habían despedido nunca y tuvo que venir alguien de fuera para echarme. El mejor momento fue ascender el año 97 con el Sóller. Prefiero jugar el domingo que el sábado. Si pierdes un sábado, el domingo se hace muy largo para ti y tu familia lo sufre.
Habrá vivido muchas anécdotas…
Desde que empecé he vivido tener que ir a una plaza a fichar jugadores para el Patronato. Tener que robar focos para ponerlos en un campo de fútbol. Recoger balones de un torrente en Sóller con un gambanero largo o sembrar en el campo del Poblense con Xisco Serra, el mejor presidente que he tenido. Con el Baleares coincidí con dirigentes de dinero y tienes que comportarte de forma más seria. También hemos tenido que irnos de algún hotel sin pagar con el Sóller.
¿Con qué presidente se queda?
Tras tantos años he conocido a casi todos los directivos y presidente del fútbol balear. Joan Brugós del Sóller, Joan Pocoví del Montuiri, Xisco Serra de sa Pobla, Dani Fiol también fue un gran presidente. Pere Ignasi del Llosetense lleva seis años aguantándome y ya es mucho. Del más nefasto prefiero ni mencionar su nombre. Fue en Inca y, tras ascender al equipo, no quiso ni invitarme al 90 aniversario del club.
Los jóvenes me llaman Nico. Los mayores, míster. Prefiero a los veteranos porque juegan por pasión y no por dinero.
¿Cuántos jugadores han pasado por sus equipos?
He tenido 870 y puedo decirte que me sé de carrerilla 865. Con algunos jugadores que tenían mi edad salíamos juntos. Con los de ahora es más difícil porque son más presumidos. Los jóvenes me llaman Nico. Los mayores, míster. Hay mucha diferencia en esto. Ahora no hay la pasión de antes por eso prefiero a los veteranos porque no juegan por dinero.
¿Le queda algún club mallorquín por entrenar?
Me llamó el Mallorca y un equipo que siempre quise entrenar es el Manacor. Debe ser el único de la isla con solera que me ha quedado sin dirigir. Hace dos años y medio sufrí mucho. Me cuido un poco más que antes pero no lo suficiente. Intento enfadarme menos. No vale la pena. Si puedo ayudar a quien lo necesita, lo hago. Con el tiempo me he vuelto más sentimental. Ojalá cuando haga mil partidos nos podamos volver a reunir aquí.
