Me ha llamado la atención que Steve Nash no se quedara a ver el partido de su equipo en esta última visita a la isla. Es el segundo plantón del canadiense esta temporada. El socio de Robert Sarver estuvo visitando al Tottenham antes de aterrizar en Palma, fotografiándose con Pochettino y varios jugadores en el gimnasio. Tanto en Mallorca como en Londres estuvo acompañado por un equipo de televisión japonesa. Sorprendió verle jugando con algunos futbolistas al tenis de mesa con un balón y rodeado de pancartas publicitarias no vinculadas al club del cual es consejero. Me resulta difícil de entender que en la agenda de su viaje por Europa no esté marcado en rojo ver jugar a su equipo, en su estadio y ante su afición. Aunque, sinceramente, no creo que a ninguno de los 6.117 espectadores le afectara su ausencia en el palco.
Quien paga, manda. Nash debe pensar que ello le da derecho a disfrutar de licencias impensables para cualquier otro humano.
Desprestigio
La falta de cultura futbolística entre los nuevos propietarios de los clubes profeionales o amateurs de la isla se están cargando la esencia del deporte rey. Robert Sarver, Ingo Volckmann o Amadeo Salvo -el dueño del Ibiza es el menos conocido de los tres- son los nombres propios del fútbol profesional de ca nostra. Con perfiles muy distintos pero con el mismo fin, de cara a la opinión pública, progresar deportivamente. De los tres es Salvo, expresidente del Valencia CF, es el único que conoce la cultura del fútbol, sus códigos y normas no escritas además de los comportamientos en público. La costumbre de uno de los propietarios del Mallorca de entrar en el vestuario como Pedro por su casa, como hace Steve Nash, no está bien vista por la gente de fútbol serie y bien formada. Ya va siendo hora que algún valiente le explique a la estrella de la NBA que cada imagen de televisión, foto o tweet en el que se le ve dentro del vestuario o sobre el césped rematando a las nubes un centro; es un ridículo que hace y le permiten, es motivo de risa y desprestigio en el fútbol profesional. Para Nash, el ser propietario del club, solo es un capricho de multimillonario. Una excusa para poder pasar unos días en la isla en esta ocasión con su padre y su hermano quien también se ha sumado a los entrenamientos.
Exceso de confianza
Alguien podrá rebatirme con los números de retweets que han tenido los vídeos subidos por el RCD Mallorca o los más de tres millones de seguidores que tiene el exjugador de la NBA en su cuenta de Twitter. Hablo de la imagen que se proyecta hacia el mundo del fútbol profesional. No tiene nada que ver con la curiosidad que genera entre el aficionado el ver a una esrella de otro deporte “jugando” al fútbol. Nash es una persona entrañable, cercano, amable y con una gran puesta en escena. Pero que, incomprensiblemente, en ningún momento ha sido utilizado por el club más allá de sus pachangas. Quien paga, manda. El canadiense debe pensar que ello le da derecho a disfrutar de licencias impensables para cualquier otro humano.
Portada: Nash junto a futbolistas del Tottenham promocionando una marca japonesa (@SteveNash).