Más de trescientos cicloturistas volvieron a hacerlo. Volvieron a disfrutar de una Menorca, pletórica. Radiante de luz y belleza, pura, natural, llena de vida… y de paseantes. Como nunca encontré a la isla menor, rebosante de vitalidad y de personas por sus calles y terrazas. El tiempo acompañaba. Días de sol que le trasladaban a uno dos meses atrás, descontando el rigor de temperaturas insufribles del último verano.
Por lo que los ciclistas de la 21ª edición de la Volta Cicloturista Internacional a Menorca pudieron seguir disfrutando de la indumentaria veraniega, todos de corto, se repartían entre las edades más variopintas. Septuagenarios en un estado de forma envidiable, jóvenes prometedores, muchas mujeres – cada año más- y decenas de grupos de amigos cicloturistas, fieles a la cita con la prueba que tiene reservada la condición de ser la última romántica.
Las etapas transcurrieron con la alegría habitual. El conjuro de la organización con una meteorología favorable volvió a dar óptimo resultado. El cuidado de los detalles son también parte del secreto. Trabajados con esmero por parte de Arturo Sintes y Lina Puig, padre y madre de la criatura. Nada queda al azar, todo es importante cuando se trata de conseguir que el cicloturista sea feliz durante tres días, que son, en toda regla, un canto al cicloturismo.
Invitados de renombre
Con tales mimbres es fácil lograr un magnifico ambiente. Es una de las notas características de esta Volta que rezuma menorquinidad en su mejor y máxima expresión. Por ella han pasado nombres ilustres. En esta edición fue el turno de Samuel Sánchez, medalla de oro en ruta en Pekín 2008, además de Igor Antón e Iban Mayo, todos componentes de la añorada marea naranja del Euskaltel- Euskadi.
En la comida de despedida y entrega de premios se expusieron los veinte carteles precedentes de la Volta. Allí figuraban personalidades como Miguel Induráin, Perico Delgado, Oscar Freire, Joan Llaneras, Mavi Garcia, Marga Fullana, Joseba Beloki, Manolo Saíz. Eusebio Unzúe… una innumerable retahíla de personajes que forman parte de la historia reciente del ciclismo mundial, que han disfrutado y conocido de cerca las bondades que prepara con esmero y pasión la organización.
Las vistas desde la cima de Monte Toro siempre sorprenden, sea o no por la satisfacción de la conquista.
Monte Toro no defraudó. Los más de tres kilómetros con pendientes de dos dígitos tuvieron la resistencia añadida de un ligero viento de cara. Sin embargo, nadie faltó a la cita. Desde un intratable Igor Antón hasta una pareja de ciclistas que fue capaz de mover un tándem de más de 23 kilos, más de trescientas almas consiguieron coronar al Toro. Las vistas desde la cima siempre sorprenden. Sea o no por la satisfacción de haber superado la adversidad orográfica, lo cierto es que a nadie se le ve alicaído ni apagado. Todos son risas y abrazos, además de muchas fotos para el recuerdo. Detrás hay muchos kilómetros. Muchas horas robadas para llegar a lo más alto, y darle portazo al tentador del subconsciente que te invita a poner el pie en tierra en aquella endiablada curva y contracurva que parece no tener final.
Mahón relucía con su puerto natural incomparable. La ciudad recibe a la multitud como héroes sonrientes y cariacontecidos por el esfuerzo acumulado. Se han sumado dos centenares de kilómetros en apenas tres días. La experiencia se reconvierte en vivencia y anhelo de ser repetida. Las despedidas son un hasta el año que viene. Nadie quiere irse sin pensar que volverá. Menorca y su Volta, una vez descubiertas, te atrapan de por vida.