Con la llegada de la primavera empiezan las Clásicas belgas y de los Países Bajos. Sobrecogido por la guerra en Ucrania me afloran sentimientos contradictorios antes de ponerme a escribir. El adviento de las carreras más bellas de la temporada se contradice con la realidad que asola a cientos de miles de personas que huyen de la violencia y la muerte, a menos de tres horas de avión de muchas de las sedes protagonistas del artículo.
En España, se ha ido despertando, conociendo y valorando cada vez más este tipo de pruebas. Los llamados clasicómanos tienen un protagonismo creciente en los equipos, y poco a poco, las clásicas son objetivos de máximo interés para estos. La televisión es en gran parte la razón de estos cambios de tendencia ciclista en nuestro país, de tradición más vueltónoma.
Para las regiones del Norte de Europa, este ciclismo es cultura, va mucho más allá del mero hecho competitivo.
Flecha
Juan Antonio Flecha, que corrió unos años en el Sky Team, ha sido uno de los mejores españoles en este tipo de pruebas. A día de hoy las comenta para el canal Eurosport, y su análisis y experiencia han ayudado mucho a la promoción de las clásicas entre la afición española. Cuenta que cuando descubrió la liturgia y la mística de estas carreras se quedó atrapado y fascinado. Era algo muy personal. Se buscaba la vida y los medios que podía tener a su alcance para sumar carreras y oficio. Consiguió palmarés y podiums, algo que tiene mucho mérito, porque no tan solo hay siempre grandes especialistas a batir, sino que la climatología y los circuitos son también factores muy determinantes.
Fiesta y dureza
La Omloop Het Nieuwsblad descorcha una catarata de carreras que convertirán marzo y abril en un no parar. Para las regiones del Norte de Europa, este tipo de ciclismo es cultura, va mucho más allá del mero hecho competitivo. Los grupos y clubes de aficionados se preparan durante todo el año para adornar y ambientar la carrera de turno. Se implican familias, ayuntamientos, comarcas y regiones enteras para celebrar lo que se convierte en una gran fiesta ciclista.
El invierno ha sido duro y las clásicas se identifican con la primavera más festiva, a pesar de que la fiesta queda para el espectador, porque los recorridos son de una dureza importante. El despertar de la naturaleza está acompañado por el alegre paso del pelotón multicolor. Un cuadro que bien hubiera podido pintar cualquiera artista flamenco de la época, de haber existido el ciclismo.
Puro ciclismo
El mes de marzo comparte escenario con Italia. La Strade Bianche nos volverá a regalar escenas de heroísmo y esplendor ciclista. Y con ella, las emblemáticas clásicas que completan los cinco grandes Monumentos. Ansiados y deseados premios que bien valen una juventud entregada al ciclismo.
Las características del clasicómano son las del ciclista completo. No tiene porque ser un escalador, pero sí tiene que saber aguantar entre los primeros los famosos Muros. Ha de gestionar los látigos y sectores adoquinados, algo que representa potencia, técnica y astucia. Saber sobreponerse a los contratiempos mecánicos y accidentes, y no desfallecer ante el desaliento, porque motivos para levantar el pie encontrará más de uno .
En definitiva, el ciclismo más puro se vive en las clásicas. Por eso, quizá, cada año las grandes vueltas tienen una evidente querencia a copiar algo de estas carreras únicas para algunas de sus etapas.