La primera entrega de una Vuelta llamada a ser la mejor de la historia reciente ha resultado ser un desconcierto. En descargo del organizador, lo que ha empezado de forma tan errática solo puede mejorar. Entre DANAS y decisiones de los jueces anda el despropósito, siempre con la salvaguarda del celo debido en favor de la seguridad de los ciclistas, motivo que no es menor. Con la esperanza de que la borrasca escampe, para suerte del aficionado, la situación de la carrera mantiene su expectación.
La Vuelta llamada a ser la mejor de la historia, por el momento, está resultando un desconcierto.
De los favoritos no hay ninguno que sobresalga. La montaña no ha creado diferencias notables. Solo Roglic ha despuntado progresivamente, si bien no es aquel dominador absoluto de sus tres Vueltas conquistadas a lo grande.
Así, la CRI de Valladolid pasa de ser un verso suelto a una oportunidad seria. Serán veinticinco kilómetros que desvelarán diferencias que la montaña no ha destapado. Si Vingegaard vuelve a exhibirse como en Combloux, si Remco hace gala de su condición de campeón del mundo en la especialidad y si Roglic hace lo propio en calidad de olímpico, el escenario se transformará y condicionará la gestión de todo lo que está por venir.
Valladolid y su contrarreloj se convierte en la gran oportunidad para los favoritos
Los nuestros acuden con el objetivo de salir vivos. Enric a lo suyo, a no perder en exceso y esperar seguir creciendo. Ayuso, podría sorprender como hizo con Evenepoel en el Tour de Suiza y Landa, a dar brillo al landismo, principal seña de identidad del vasco.
La única contrarreloj llega en un momento de extrema igualdad, al mismo tiempo que a poner cordura ante el desconcierto propio y ajeno de una Vuelta que, como mínimo, se mantiene inquietante. Lo mejor está por llegar.
