Duele más la lesión del entrañable Iñigo Ruiz de Galarreta que la derrota en el Villamarín (2-1) y, en esta ocasión, con el VAR apareciendo en el área del Mallorca castigando un grosero penalti de Rodrigo Battaglia. Ver por televisión en una de las tomas, entre las muchas que hoy nos ofrecen, de cómo la rodilla del vasco se desestabiliza es escalofriante. Pero todavía lo es más la serenidad con la que el centrocampista asume el drama tumbado sobre el césped. Ni un solo aspaviento, ni gestos de dolor.
Tampoco rencor hacia Víctor Ruiz quien con su fea, para algunos criminal, entrada provoca que Galarreta deje clavada la bota y la rodilla salte por los aires. Pero así es el bueno de Iñigo quien, mientras era retirado en camilla del terreno de juego, parecía ya consciente de la gravedad y conversando con el médico del equipo, pero manteniendo la serenidad en un momento tan difícil. Tampoco es cuestión de tener que fusilar al futbolista bético por su tijera por detrás. Aunque sí parece que la tarjeta amarilla se quedó corta. No estuvo Soto Grado ni ninguno de sus muchos asistentes acertados en la decisión.
Todavía sorprende más la serenidad con la que asume el drama tumbado sobre el césped sin un solo aspaviento.
Estrella y referente
Con la llegada de Vedat Muriqi, Luis García Plaza ha tenido que cambiar su estructura táctica. El kosovar ha hecho que el equipo juegue por y para él además de para Ángel Rodríguez, el otro nueve titular, experto en pescar en aguas revueltas. Hoy la estrella referente es el balcánico. Quien se ha ganado al entrenador, compañeros, afición y a los medios locales y nacionales.
Pero, en este idilio, existe un problema que parece insalvable el día 30 de junio. Son los 13 millones de euros que cuesta Muriqi. Una cifra, a priori, inasumible para el club de Robert Sarver. Hacía tiempo que el Mallorca no tenía un delantero rompedor, con poderío y, además, ser el estímulo para compañeros y la grada durante los partidos. Además, lo más importante, es que marca goles. Algo muy cotizado en Primera División.
Reforzados
El equipo mantiene, a pesar de perder en Sevilla, las buenas sensaciones en todos los conceptos desde el juego, al aspecto físico y mental. Están fuertes y se sienten seguros de sus posibilidades así como confiados en su trabajo. La crisis por la que pasaron futbolistas y el entrenador está superada. Todavía no se puede cantar victoria cuando faltan catorce partidos de liga por disputarse. En fútbol las matemáticas no son una ciencia exacta. Pero, a día de hoy, con un colchón de dos partidos sobre el descenso, el futuro pinta muy bien e, incluso, sin tener que sufrir al final sería un éxito.
Reválidas
La primera reválida llegará pronto. El próximo sábado visitará Son Moix el destruido Valencia de Bordalás. El miércoles siguiente, lo hará la tocada y herida Real Sociedad de Alguacil. Parece un escenario favorable para abrir una brecha mayor de los seis puntos respecto al descenso. En las primeras quinielas que aparecen y apuestas por el descenso, es un consuelo no ver ni escuchar a nadie meter al Mallorca como posible candidato. Estas fantásticas sensaciones no pueden hacer olvidar a nadie los enfrentamientos directos que le quedan con rivales directos por salvar la categoría que, dicho sea de paso, no deberían ser difíciles de neutralizar y eliminar.
Enchufados
La afición, después de mucho tiempo, tras un descenso y ascenso en plena pandemia; ha vuelto a sentirse a gusto en Son Moix. Incluso dando un paso adelante dejando la frialdad de nuestro carácter, poco pasional, para meterse de lleno en los partidos y animando pero, sobre todo, presionando al rival, al árbitro y asumiendo un papel que solo vivíamos en las grandes citas marcadas en rojo en el calendario. El entrenador se ha dado cuenta de esta novedosa y sorprendente realidad y pide más a la grada para el partido del sábado que se jugará a las dos de la tarde. Una buena hora para ver un entradón en Son Moix y convertido en una fiesta rojilla.