Ya está aquí La Primavera, que es como también se conoce al primer Monumento de la temporada. Si Italia despide con el Giro de Lombardía la serie de clásicas más reconocidas en el mundo ciclista, también se encarga de inaugurarlas.
Todo tiene su explicación. El ciclismo más añejo comparte paternidad. Ambos monumentos fueron promovidos por la misma cabecera periodística: la Gazzeta dello Sport. En algo tuvo que ver tener de redactor jefe a un apasionado ( o loco según de mire) del ciclismo, Armando Cougnet. El mismo que supo encontrar en las páginas del legendario diario italiano el color rosa por el que es famosa la carrera italiana por excelencia, el Giro de Italia.
Con la llegada de la estación de las flores, la “Sanremo“, que es como le gustaba referirse a la Classicissima al triple ganador Oscar Freire, es una de las carreras más bellas de la temporada. Entre otras circunstancias, por mantenerse como la carrera más larga de todas. Algo que nos traslada al ciclismo primitivo.
La 117 edición de la Clasica inaugura el primer monumento de la temporada.
Casi trescientos kilómetros son los que acumula la Milán- San Remo. Una paĺiza considerable, que en los tiempos que corren se convierte en una excepción. Durante muchos años, el monumento inaugural fue considerado como el campeonato del mundo de los velocistas, al existir muchas posibilidades de que el triunfo se consiga en un apurado sprint. Aunque bien es cierto, que hay que remontarse al 2016 y al polémico triunfo del francés Demare, para encontrar la última llegada masiva.
La carrera más fácil y más difícil, a la vez.
El primer obstáculo de cierta seriedad se encuentra a más de ciento cincuenta kilómetros del final. Es el Passo del Turchino, una tachuela que como mucho desperezará al pelotón de su probable letargo. Es un liviano promontorio que puede provocar algún amago de interés, pero sin apenas trascendencia de cara al resultado final.
Me viene a la memoria unas declaraciones de Mark Cavendish, uno de los ganadores de la Clásica de las Flores, cuando declaró que era la carrera más fácil de terminar y la más difícil de ganar. Escudriñando la frase, sirve para concluir que la gravedad de los casi tres centenares de kilómetros influyen principalmente en el transcurso y devenir de la carrera. Saber extraer el grano de entre tanto trigo se traduce al idioma ciclista en llegar lo más fresco posible a Cipresa y al Poggio. Últimas y decisivas dificultades, situadas a poco menos de veinte kilómetros de meta, e intentar en alguno de estos dos enclaves definitivos hacer los deberes con el fin de evitarse una llegada masiva al sprint.
Precedentes.
En Cipresa atacó Pogacar, sin conseguir su propósito. Este año volverá a intentarlo. El esloveno, que viene de asombrar en la Paris- Niza, conoce perfectamente las carreteras por donde transcurre este monumento. Pogacar quiere sumar un nuevo entorchado a sus dos Lombardías y una Lieja. Sería su cuarto monumento. Lo tiene anotado y subrayado en fluorescente rosa, por aquello de que se corre en Italia.
El descenso de Poggio es el tramo decisivo. El último vencedor, Mohoric, destapó a los cuatro vientos su gran especialidad. Lo hizo marcándose un descenso suicida que le permitió cruzar la meta sin oposición. Algo parecido hizo Nibali. El “squalo” aprovechó esta habilidad para deshacerse de los sprinters. Lo mismo reprodujeron otros escaladores reconocidos, como fueron Chiapucci, Fignon, Bugno por nombrar algunos. Es evidente, que sacar de rueda a los velocistas en el Poggio y descender a sarcófago abierto es la única estrategia viable para ganar en solitario en la recta de la Lungomare Italo Calvino de San Remo.
Pogacar se suma a una extensa lista de favoritos, más amplia de lo normal en este tipo de carreras.
Favoritos al triunfo.
Es esta una de las singularidades del la Classicissima. La lucha abierta entre escaladores, rodadores y velocistas. Es tan favorito un Pogacar como un Biniam Girmay, Merlier o Jakobsen. Una baja importante en el cartel de favoritos ha sido Thomas Pidcock, corredor completo y en efervescencia que hubiera completado una extensa y nutrida lista de nombres, entre los que no faltan Wout Van Aert ( vencedor en el 2020), Mathieu Van der Poel, y los nunca depreciables, Julian Alaphilippe, Mads Pedersen, Philipsen, o Caleb Ewan, segundo en el 2021.
Un detalle a tener muy en cuenta es que la Milan- San Remo se disputa hasta el último milímetro. Así la consiguió el cántabro Oscar Freire aprovechándose del exceso de confianza del cuatro veces ganador, Eric Zabel; o Michael Kwiatkowsky, que le robó la victoria en idénticas circunstancias al entonces campeón del mundo, Peter Sagan.