Imperial Pogacar

Fue alguno de vosotros quien me comentó que el artículo  “Se corre para ganar” parecía un monográfico de Pogacar. De alguna manera, el comentario auguraba lo que después sucedería en la carrera del sábado: Pogacar en modo imperial, incontestable, fascinante. 

Su entrada en la Piazza del Campo de Siena, vitoreado, jaleado, proclamado como un conquistador, le adorna un poco más en su condición de emperador del ciclismo. No se confunda el lector. Pogacar celebró su aplastante victoria sin atisbo de soberbia. En su actitud no había prepotencia ni arrogancia. Para nada. Pogacar, sencillamente celebraba y fraternizaba con el público entregado, la alegría de participar de su misma afición por el ciclismo, además de sumar en su debut, una nueva victoria en su extenso palmarés. Como terminó el 2023 comenzaba el 2024. 

Pogacar debutó en este 2024 como finalizó el 2023: ganando. 

Lo había anunciado y cumplió. Lo hizo en el Colle de Santa Maria, bajo la advocación de la Madonna y una intensa lluvia de gracias que hizo acto de presencia en este invierno tan seco. En el sector mariano,  Pogacar infringió su ataque victorioso. 

Ochenta kilómetros de carisma

Quedaban por delante más de ochenta kilómetros; sin embargo, al esloveno le era indiferente. Nadie pudo seguirlo. Ninguna rueda fue capaz de aguantar el ataque demoledor. La tempestad volvió a preceder a la calma. El día se despejaba, salía el sol y la bella Toscana se desvelaba esplendorosa. 

La Toscana completa una carrera que cada año gana en vistosidad y belleza.

Como la claridad y la luz, las llanuras y los valles se abrían al paso del pelotón. Los olivares alternaban con los viñedos, proclama visual de la riqueza gastronómica que da fama a la región. Completaba el paisaje la elegancia de los cipreses presidiendo las villas de la comarca, de arquitectura simple y robusta, con sus tonalidades naturales de piedra caliza entre caminos blanquecinos. Por los mismos que transitaban los ciclistas con una renovada tonalidad uniforme, consecuencia de la stradas bianchas.

Por delante, un hombre solo al comando: Tadej Pogacar.

Y cada vez más público. En el Colle de Pinzuto, el éxtasis. Pogacar chocaba su mano con los más osados, sonreía en dirección a la medieval Siena. Carisma a raudales la de este portento que alcanzaría su momento estelar cuando, después de cruzar la meta, elevaba su máquina al cielo. Imperial Pogacar. 

 

Momento imperial en el que Pogacar eleva al cielo la máquina que domina a la perfección

Sobre Fernando Gilet

El Rutómetro de Fernando Gilet. Blog personal | IG @fernandogilet | Opinión, comentario y análisis de la actualidad ciclista de allí y de aquí con un toque muy personal.

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