Indiscutiblemente es uno de los ciclistas más queridos y admirados por la afición. Su nacionalidad no divide ni sesga la mejor de las consideraciones. En su caso, la boina patriotera se queda en casa y consigue universalizar la atracción. Si Primoz Roglic logra algo tan difícil es debido a su actitud en carrera y por cómo gestiona siempre sus teóricos fracasos.
Desde la Super Planche des Belles Filles, todos fuimos de Roglic por su ejemplar reacción en la derrota. La aceptación elegante y deportiva de ver escapar todo un Tour de Francia, su Tour, en el momento decisivo ― el que muy probablemente no volverá a poder ganar ―, nos terminó de conquistar. Han existido grandes ciclistas que nunca se llegaron a recuperar de un golpe tan despiadado. Sin embargo, Roglic supo aceptar las reglas y, pocas semanas después, se sobrepuso ganando autoritariamente la Vuelta a España.
Tal ha sido la carrera de Roglic desde que en el 2011 saltó desde el esquí al ciclismo. Un permanente sobreponerse a la adversidad hasta alcanzar la gloria en carrera y, sobre todo, la que considero más valiosa, la del reconocimiento general. Es uno de los grandes.
Una temporada mejor de lo que pueda parecer.
Muchos hubieran firmado la temporada de Roglic. Vencedor de la París– Niza y de la Dauphiné, además de una etapa en la Vuelta al País Vasco y en La Vuelta. Un balance que seguro no satisfaga la exigencia del esloveno, que tenía como gran objetivo conseguir su cuarto triunfo consecutivo en España.
No pudo ser. Llegó tocado debido a las consecuencias de la caída que le obligó a retirarse del Tour, una vez cumplida la tarea de afianzar la victoria de su compañero Vingegaard. El dichoso hombro y alguna vértebra maltrecha llevaron al límite la capacidad de resiliencia del campeón. Amedrentó en los kilómetros finales de Laguardía, pero su mirada perdida denotaba alguna inquietud íntima. Tanto así, que la propia organización de La Vuelta retrató, con una curiosa instantánea, su triunfo parcial, acompañándolo de un interrogante ante la seriedad de su semblante: ¿En qué estará pensando Roglic?.
Con la retirada de Roglic, La Vuelta no tan solo perdió un aspirante, también se diluyó el interés y la pasión.
Al día siguiente perdió el maillot de líder, algo que indicaba a las claras que estábamos ante un nuevo escenario respecto a los últimos años. El dominio absoluto de Roglic, de principio a fin, no se repetiría. El esloveno volvió a ejercer la humildad inteligente de la que siempre ha hecho gala y se adaptó a su rol de aspirante, cogiendo forma y calculando la mejor estrategia para arrebatar a Evenepoel el liderato. El más importante y decisivo maillot rojo es el de Cibeles. Si este año tocaba esperar a lucirlo no sería inconveniente. Toda la artillería se descargaría en la tercera y decisiva semana. El trazado le favorecía frente a Enric Mas y sobre Remco se cernían muchas dudas, que él iba a tratar de resolver a base de ataques sin cuartel.
Un sprint que anunciaba la guerra total.
Y llegó el caos de Tomares. En una etapa en apariencia intrascendente para la general, Roglic reventó el tablero con una acometida desaforada e inesperada. Evenepoel se escudó en un problema mecánico en los kilómetros de amnistía, y la ambición y pretensión más desafiante e intimidante de Roglic sucumbió en los metros finales, reventándose contra el asfalto por culpa de un “afilador” demoledor con la rueda de Fred Wright.
El ataque era un anuncio. La guerra total iba a comenzar. No habría tregua ni en las etapas con final al sprint. Remco Evenepoel iba a tener que sudar y defender su condición en todos y cada uno de los metros que restaban hasta llegar a Madrid.
Con la obligada retirada de Roglic, La Vuelta no tan solo se perdió a un serio aspirante, también se diluyó en interés y pasión. Ya nada fue igual; el líder controló la carrera y la amenaza a su dominio fue más periodística que real.
La temporada de Roglic, adentrado en plena madurez ciclista, nos renueva y aclara el horizonte. El poderoso Jumbo Visma estrena liderazgo en la figura emergente de Vingegaard. El danés saldrá a defender su triunfo en el Tour, Van Aert es el jefe de filas moral de la escuadra, y Roglic, en la confianza de su plena recuperación, presumiblemente centrará su objetivo en conseguir la cuarta Vuelta, además de reeditar carreras de una semana que le son tan favorables. De lo que no cabe ninguna duda es que el esloveno no ha dicho su última palabra. Su presencia engrandece cualquier competencia y la afición se lo agradece con su cariño. El mejor triunfo de todos.