El destino no le sonríe al Palma Futsal. Parece estar escrito que no ha llegado la hora de conquistar un título nacional y ya son dos las finales que se han perdido de manera injusta. A pesar de ser mucho mejores que el Barcelona, toda una potencia continental con tres Champions y veinte títulos nacionales, hay que añadirle el plus de perderla en la tanda de penaltis, con la crueldad que conlleva.
Primero fue en Sevilla en la final del 2016. Ahora, a apenas cien kilómetros en Jerez de la Frontera, se ha repetido la historia con otro dramático desenlace de partido. Tras eliminar en semifinales al Murcia, su verdugo en la Copa del Rey cinco años atrás, se vuelve a morir en la orilla.
Las exigencias federativas para organizar la Supercopa en el Palau eran inasumibles y alejadas de la realidad social.
Sede en Son Moix
El nivel exhibido por el equipo y su técnico Antonio Vadillo rozó la excelencia. Las buenas sensaciones de antes se confirmaron en los dos partidos en Andalucía. Quizás a los futbolistas solamente les falta el apoyo de Son Moix. En el club palmesano están convencidos, personalmente lo comparto, que si esta Supercopa de España se hubiese disputado en el Palau d’Esports, con 3.800 espectadores, el trofeo se hubiese quedado en la isla. ¿Por qué no fue posible su organización?
La respuesta es clara. Las pliego de condiciones de Luis Rubiales y su gente del fútbol sala no ayudaron. Más bien todo lo contrario. José Tirado se interesó, logrando el apoyo del Consell de Mallorca, pero resultaba insuficiente. Los directivos de la RFEF siguen viviendo muy alejados de la realidad que vivimos socialmente. Más grave es su poco interés por este deporte que, cuando estaba controlando por la LNFS, llegó a cuotas increíbles de popularidad. La federación mira primero en hacer caja antes que hacer afición y proyectar la imagen del futsal.
A todo tren
Algunas de las inasumibles exigencias eran que el 80% de de la taquilla se iba a la cuenta corriente de la RFEF. Además de hacerse cargo de todos los gastos de los seis equipos participantes, masculinos y femeninos, con una estimación de 60.000 euros con aviones, estancias y traslados. Pero ahora viene lo más grosero de estas peticiones al que solamente se puede calificar de ‘barruts’ a los treinta federativos. Que no les falte de nada.
Al más puro estilo de los ‘uefos’, gente de buen comer y mejor beber en su mayoría. Un concepto del siglo pasado. Aviones, hoteles, comidas, cenas, furgonetas grand luxe con coger para sus desplazamientos por la ciudad y excursiones por la isla. Un escándalo que, en la situación de limitaciones que cualquier empresa privada ha impuesto tras la pandemia a sus directivos, los tengas que pasear un fin de semana a todo tren.
Fracaso organizativo
Tirado no podía endeudarse. La cifra de 160.000 euros era inalcanzable y podría romper el equilibrio económico del club. Con lo cual se rechazó, a pesar de intentar una negociación a la baja que Rubiales no aceptó argumentando que tenía una sede potente confirmada al precio de salida. Al final la sede de la RFEF se borró a última hora y tuvieron que recurrir a Jerez.
Además de no pagar el canon se produjo un fracaso organizativo, de afluencia de público y proyección mediática que está en boca de todos. La Española le debe favores a la Junta de Andalucía y le regaló una ‘final four’ que habría podido albergar Palma. Esta final ante el Barça, con su público y la presión del Palau, difícilmente se habría perdido. Otro año será. Enhorabuena al Palma Futsal. Una pena que, en el día de les Illes Balears, no se pasee la copa por las calles de Palma.