Hubo un tiempo en el que Donald Trump, presidente reelegido de forma inesperada para la Europa convencional, diversificó sus múltiples negocios invirtiendo en ciclismo. Corrían los primeros años de los 90, los tiempos en los que Induraín dominaba el Tour de Francia de forma implacable. En las postrimerías de un glorioso Greg Lemond y la irrupción de un talento joven de nombre Lance Armstrong, el empresario Donald Trump decidió promover un Tour por la Costa Este de los Estados Unidos que emulara a las grandes vueltas europeas.
El nuevo Tour, indiscutiblemente, se hizo llamar Trump. Es cierto que los problemas financieros por los que atravesaba el magnate por aquellos años le obligaron a buscar aliados y al poco tiempo pasó a ser conocido como el Tour DuPont. Llegaron a correr figuras de renombre de la época como Erik Breukink, otrora compañero de filas de Perico Delgado en el mítico PDM, el propio Greg Lemond quien se hizo con el triunfo en 1992, el mexicano Raul Alcalá, Ekimov y el referido Lance Armstrong, vencedor en las ediciones de 1995 y 1996.
El Tour de Trump tuvo campeones de renombre como Breukink, Lemond o un joven Armstrong.
La inversión fue millonaria. El vil metal era el reclamo principal para que las principales estrellas del momento acudieran a la llamada del sueño americano que Trump proponía. La idea era convertir a los EEUU en un nuevo escenario de postín del ciclismo profesional, compitiendo con las carreras tradicionales. Una carrera que fuera de costa a costa, recorriendo y dando a conocer las bondades del suelo americano.
El sueño americano de Trump no consiguió vencer a la tradición europea
Sin embargo, la cosa no salió como se esperaba. Lo de organizar carreras no es tarea fácil. La primera edición resultó un desorden organizado con el nombre de Trump por todos lados. La seguridad del pelotón brilló por su ausencia, y la escasa implantación de un deporte desconocido para el americano medio de la época hizo que su seguimiento fluctuara entre la sorpresa y la incredulidad.
Trump quería competir con el Tour de Francia. Los dólares no pudieron con la tradición.
La historia languideció hasta su desaparición. El ciclismo profesional, como otros deportes de escasa tradición americana, no ha prosperado en los Estados Unidos. Ni los millones de dólares de Trump lograron inclinar la balanza.
Europa y la tradición centenaria de la mayoría de sus carreras siguen siendo preponderantes. Más tarde, los americanos, al ver que no podían con la historia y la tradición, decidieron conquistar Europa con el US Postal de Lance Armstrong, pero esa es otra crónica de recorrido diferente y final parecido.