Comienza la primavera y con ella llega el primero de los cinco Monumentos de la temporada. La distinción de monumento está catalogada para unas carreras determinadas que, por tradición y distancia, merecen históricamente este rango especial entre las clásicas.
Ganar un monumento como la Milán – San Remo representa pasar a la historia de este deporte. Ser recordado como uno de los vencedores de una larga lista de ciclistas que escribieron su nombre en uno de los libros de oro del ciclismo mundial.
Ganar en la Milan- San Remo representa pasar a la historia del ciclismo.
La Milán- San Remo no es la más antigua del calendario. La decana es la Milán- Turín, que data de 1870. Hace pocos días se disputó, consiguiendo el triunfo el mexicano Isaac del Toro.
En cualquier caso, la longevidad no consigue imponerse a la tradición: ganar en la Vía Roma de San Remo tiene mayor relevancia, sin con ello pretender desmerecer con esta afirmación ningún triunfo en cualquier carrera World Tour. Actualmente, ganar cualquier carrera tiene un mérito incuestionable.
Análisis de La Classicissima
De principio, la participación de la Milán- San Remo concita algunos gallos de consideración. En la localidad de Pavia tomarán la partida los Pogacar, Van der Poel, Pidcok, Pedersen, Ganna … Algunos podrán echar a falta otros nombres ilustres del pelotón, no les quito la razón.
La inmediatez del inicio de la Volta a Catalunya, la presencia de Pogacar y las características de un recorrido peculiar , es muy posible, que hayan restado un mayor número de nombres célebres.
Los grandes favoritos siguen siendo lo mismos que los del año pasado: Van der Poel, ganador en el 2023 y Pogacar, al que se le resiste esta carrera.
El motivo de porqué se le resiste. Le ausencia de dureza para sorprender de lejos y de cerca. A Pogacar le van las carreras más duras.
Se cuenta de esta carrera que es la más fácil de correr y la más difícil de ganar. Es una clásica que ha visto ganadores en solitario – Merckx, Fignon, Bugno, Nibali – y sprints masivos, con Freire, Zabel, o el último vencedor, Jasper Philipsen.
El Poggio se convierte en el momento decisivo, tanto por el ascenso como por el descenso.
La incertidumbre radica en saber si habrá suficiente distancia entre el escapado y el grupo perseguidor en el inicio del descenso del Poggio. Los últimos kilómetros requieren destreza y atrevimiento. Mohoric o Nibali cimentaron sus triunfos bajando las rampas del promontorio a sarcófago abierto.
Los ataques están asegurados
En la última edición, Van der Poel y Pogacar se sometieron a ataques atroces en las rampas más duras del Poggio. Fueron vanos. Ni uno ni el otro fueron capaces de distanciarse lo suficiente, algo que favoreció que el equipo de Van der Poel sacara partido y Jasper Philipsen se llevara la victoria al sprint.
La presencia de Pogacar siempre aguarda un halo de misterio. ¿ Cómo y cuándo atacará? Que el esloveno atacará es una certeza, que el ciclista del momento conoce todos los pormenores técnicos y orográficos anteriormente referidos es una obviedad. Sin embargo, a pesar de todo, Pogacar ha querido estar en la carrera.
La razón es muy sencilla: Quiere ganarla a toda costa. Quiere su octavo monumento.