Menotti nos dejó hace unos días. Probablemente, fue Cesar Luis quien partió de este mundo. Menotti, hace tiempo que es un personaje eterno. Con su pérdida, a las generaciones que nacieron y crecieron con el primer fútbol en color se les escapa un pedazo de vida.
El Flaco Menotti fue un personaje irrepetible. Maestro de un fútbol que enaltecía la belleza por encima de cualquier otro valor, arraigado a la cultura de las calles, de los potreros y los barrios; con su sabiduría y retórica convertía el juego con la pelota en arte.
A Menotti le gustaba referirse al esférico como pelota. Detestaba que se empleará el vocablo balón en su nombre. Un significado más de lo que representaba para el técnico la verdad y el origen del juego convertido en negocio de masas.
El fútbol de Menotti no se concibe sin el deseo de gustar. Se juega para agradar. En primera y tercera persona del plural. Un equipo que se agrada, disfruta y hace disfrutar. Su frase más conocida resume su pensamiento e ideología futbolística: ” El estilo no es negociable”.
El ganar como sea no era una idea concebible para el Flaco. En su discurso creó un concepto, una filosofía de juego, un relato que más tarde perfeccionarían entrenadores como Cruyyf y Guardiola.
La relación de Menotti con sus “artistas” de la pelota
Kempes le otorga mayor mérito que a cualquiera de sus defensores. El ” Matador” considera que cuando Menotti alcanzó la gloria, lo hizo sin tirar de talonario, lo que engrandece todavía más su legado. El romanticismo de triunfar en el Huracán o en el Independiente, con sus éxitos más conocidos del Mundial de 1978 y el Sub-20 de Tokio, le otorga un perfil diferencial respecto a quienes replicaron su discurso años más tarde .
En Barcelona todavía recuerdan sus ruedas de prensa. Allí coincidió con un joven Maradona. Fue el entrenador que más le trató en aquellos años felices. A pesar de arrebatarle el sueño de debutar en el mundial de Argentina, Maradona siempre le reconoció ser el más sabio de los técnicos que tuvo. Con Bilardo rindió como nunca, y se le cuidó y mimó como con nadie, sin embargo, fue Menotti quien le hizo futbolista.
Menotti fue el entrenador del Maradona más joven, probablemente el de los años más felices.
Contaba Menotti que nada más llegar a Barcelona, Maradona se presentó en su vestuario y le dijo que quería ayudarle. El técnico le contestó que para ello tenía que llegar el primero e irse el último de los entrenamientos. El diez cumplió. Años más tarde, Maradona “inventaría” el Nápoles, sentenciaba Menotti cuando le apremiaban a comparar a Diego con Messi.
Valdano, su discípulo más proselitista, escribía horas después de la noticia de su muerte que “Menotti dignificó con sus ideas lo que Maradona defendió con su pierna izquierda”. Una verdad insuperable. Quizá por esto, se hace más difícil tener que conformarse con leer lo que un día vimos en vivo.
“La Nuestra”: el orgullo por la albiceleste
Menotti murió donde siempre quiso vivir. En sus últimos años ejercía de director de selecciones en la AFA. La casa albiceleste de ” La Nuestra” en la que puso “orden y aventura”, parafraseando a su admirado Borges.
Algo que siempre le reconoció el Doctor Bilardo, quien a pesar de sus diferencias de concepto, nunca menospreció la personalidad de su predecesor. Ambos llevaron al fútbol argentino a lo más alto. Genios en lo suyo, antagónicos, compartían la pasión por la pelota, por el juego, por el orgullo de la selección, y por los futbolistas, a los que siempre vieron como jóvenes a los que había que forjar dentro y fuera del campo. Ambos sabían lo que pesa la copa de campeones del mundo.