De un trago, así se ha bebido Tadej Pogacar la Amstel Gold Race. Era el favorito indiscutible para hacerse con la clásica de los Países Bajos, pero la exhibición que nos ha vuelto a regalar, con problemas mecánicos incluidos, lo encumbra un poco más, si cabe, al podio de la excelencia. Once son las victorias que suma el esloveno en lo que llevamos de temporada y solo estamos en abril. No se recuerda nada parecido.
Para encontrar un ganador del Tour de Francia entre los vencedores de la Amstel Gold Race hay que remontarse a 1987, cuando un veterano Joop Zoetemelk sellaba su carrera profesional ganando en la clásica de la cerveza. Un dato que nos indica e informa que la carrera de las treinta y tres cumbres está presumiblemente diseñada para un perfil de ciclista muy diferente al que puede representar el hombre- Tour.
Pogacar consigue la undécima victoria de la temporada. Nadie parece poder frenar al esloveno. ¿ Lo hará Evenepoel en la Decana del próximo domingo?.
Con Pogacar por en medio, los cánones preestablecidos saltan por los aires. No hay parangón comparable, ni definición que se le resista. Para muestra un ejemplo. Cuando en una carrera faltan treinta y nueve kilómetros para la meta y un ciclista se ve obligado a cambiar la bicicleta entre viales estrechos, que dificultan el acceso de la asistencia de equipo, el tiempo que se pierde pasa a ser irreversible para el común de los ciclistas. No en el caso de Pogacar.
Tenía por delante corredores de nivel y experiencia acreditada. Pidcock, Benoot, Lutsenko o Mohoric cuentan en su haber clásicas y muchas horas de vuelo rasante en competición. No fue obstáculo físico ni psicológico para Pogacar, que venía de lanzar su primer ataque del día a ochenta y un kilómetros de meta, marca de la casa.
Llega el tramo decisivo.
Quedaban por delante las últimas ocho cotas, encontrándose entre ellas las decisivas Loorberg, Kruisberg, Keutenberg y Cauberg. Algún paisano le había soplado a Pogacar que la clave podría estar en el Keutenberg. Siguió el consejo local rematando a sus compañeros de escapada, Pidckock y un brillante Healy. El irlandés, que ya brilló en la Brabanzona del pasado miércoles, nos devuelve el ciclismo de raza que siempre han representado los ciclistas provenientes del país del trébol de tres hojas.
En apariencia, la diferencia entre Pogacar y sus perseguidores no era excesiva. Sin embargo, no se inquietó el esloveno. Puso la directa y fue fraguando la enésima exhibición de la temporada. Celebró el triunfo con emoción y efusividad. Se le nota feliz en todas sus acciones, sin perder la naturalidad de cualquier joven de su edad.
La estrella de Pogacar parece no tener fin. Solo Evenepoel se intuye que puede frenarle. Esta semana se presenta con la expectación y la ocasión de poder ver y disfrutar del primer duelo entre ambos talentos. El tríptico de las Ardenas continúa con la segunda entrega el próximo miércoles, la Flecha Valona, y con el cuarto Monumento de la temporada, la Doyanne, la Lieja– Bastogne– Lieja. Una batalla con la que se concluirá el ciclo de clásicas de primavera para dar paso a las Grandes Vueltas.