De gozos y urgencias

Termina el Tour de Francia más emocionante de los últimos años. No porque los más recientes no tuvieran sus momentos, sino porque esta edición ha gozado de la característica de que, salvo los días que tuvieron a Dinamarca de anfitriona, todas y cada una de las etapas, con sus días exultantes, han ofrecido emoción e intensidad.

Las carreras se diseñan para los libros de ruta con las mejores intenciones, pero quienes verdaderamente las convierten en espectáculo son sus protagonistas. Y como se viene contando en este blog, en el ciclismo actual vivimos un momento muy edificante. Nos hallamos ante una generación de ciclistas que sienten su oficio. Se nota que disfrutan con él. Les apasiona lo que hacen y ese sentimiento lo trasfieren en su forma de correr, junto con la concepción del ciclismo que consiguen transmitirnos.

Ciclista total

El modelo perfecto de esta idea es Wout Van Aert. ¡Qué tres semanas nos ha regalado este corredor belga, que se defiende en múltiples campos con gran maestría! El maillot verde del Tour es un ciclista total. ¿Recuerdan aquella naranja mecánica de Rinus Michels que revolucionó el fútbol en los años 70? Extrapolado al ciclismo, Van Aert vendría a ser el Cruyff del equipo. Es un belga que corre en un equipo neerlandés, de ahí que me haya atrevido con la comparación.

El duelo trepidante entre un rey destronado, Pogacar, y un discreto joven danés, Vingegaard, anuncia grandes años.

Van Aert ha dignificado el ciclismo. Sus excelentes resultados ― dos victorias de etapas, de momento, y cuatro días de amarillo ― quedan en un segundo plano, si nos detenemos en cómo ha gestionado y liderado la victoria final de su compañero de equipo, Jonas Vingegaard. Es hombre-Tour como puede ser un hombre-Vuelta, un hombre-Giro o lo que pretenda. Sin embargo, es probable que no gane nunca una grande, porque conllevaría renunciar a todo cuanto es capaz ante un hipotético y concreto objetivo. Es el ciclista total.

Sabor amargo

No obstante, este mismo Tour nos deja a los aficionados españoles un sabor amargo. La decepcionante actuación del Movistar se ve agravada por la orfandad absoluta en victorias parciales. Solo el voluntarioso y veterano Luis León del Bahrein nos ha ilusionado, puntualmente, con alguna remota posibilidad.

El caso de Enric Mas merece un apunte especial. El mallorquín llegaba con todos los galones y su consiguiente presión al Tour más esperado de su carrera. Considero que el equipo que le acompañaba no reunía todas las garantías para lo que se esperaba de él. Detalle que no devalúa su responsabilidad por el mal resultado que ha cosechado, que también demanda el cedazo de la crítica, a tenor de lo que paso a explicar.

 

Al finalizar la etapa de Hautacam nos desveló alguna de las razones de su fracaso. Confesó que las caídas en la Tirreno, Itzulia y Dauphiné le habían supuesto un bloqueo psicológico fatal a la hora de afrontar un descenso. Algo que deberá solucionar si quiere volver a ser competitivo. Sus rivales conocen de esta debilidad y, como en el caso de Pinot, descubierta la inseguridad no dudaron en ensañarse cuando llegaron las bajadas a tumba abierta. No es un tema menor. Se juega su carrera y el lugar que aspira a tener en ella. Algo que precisará ayuda profesional y el asesoramiento de corredores que pasaron por este trance. Tiene arreglo.

Línea roja

Más allá de esta crisis, no menor, Enric Mas ha sufrido el acoso de la presión sin medida ni control, hasta el punto de sufrir, principalmente, la ridiculización en redes sociales. Un despropósito que no merece, por no ser ni proporcionado ni justo sin excepción. Es cierto que algunas de sus declaraciones y exposiciones públicas son manifiestamente mejorables. Una circunstancia que reprocho más a sus asesores, en materia de comunicación que al propio ciclista, refugiado en la burbuja particular que le exige su oficio. Pero de ahí a la ridiculización hay un trecho, una línea roja que ha sido ampliamente superada, que ni Enric ni nadie tienen porque soportar.

¿Hasta qué punto este acoso, propio del peor hooligan, habrá afectado al mallorquín? Solo él y sus colaboradores más cercanos conocen la respuesta. No me cabe duda de que la presión ha hecho mella en este corredor, que ha conseguido subirse al podio de la Vuelta a España, por méritos propios, en dos ocasiones.

Todavía queda París

Seguramente, será en esta dónde podrá resarcirse, al igual que el conjunto de un ciclismo español que sale muy maltrecho de este Tour de Francia. Un Tour que, sin embargo, ha sido el mejor de los últimos diez años; el más agonístico gracias al duelo trepidante entre un rey destronado, Pogacar, y un discreto joven danés, Jonas Vingegaard, quienes nos anuncian años de gran ciclismo.

El Tour de Francia nunca perdió su glamour ni su centralidad. Como se titulaba en el primer artículo de esta serie de la Gran Boucle, Le Tour c´est le tour. Aún no ha terminado y ya anhelamos que llegue el próximo. Hemos disfrutado de grandes momentos, de batallas incruentas, de demarrajes incontables, de contraataques memorables, de estrategias con éxito y de fracasos de libro. El ciclismo ha ganado y…, todavía nos queda París. La Vuelta nos aguarda con venganzas por cobrar y con urgencias vitales por jugar. Es decir, promete y mucho.

Sobre Fernando Gilet

El Rutómetro de Fernando Gilet. Blog personal | IG @fernandogilet | Opinión, comentario y análisis de la actualidad ciclista de allí y de aquí con un toque muy personal.

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