La propiedad del RCD Mallorca, en concreto su presidente Andy Kohlberg, han iniciado con la destitución de Maheta Molango un lavado de imagen ante la crisis que está viviendo el club en lo deportivo. Al verse a las puertas del descenso, con las consecuencias que conllevara en todas las áreas además del deterioro de su imagen ante la sociedad mallorquina, han buscado una cabeza de turco y el CEO ha sido el elegido.
Los americanos se han escudado siempre en su CEO hasta que las críticas se han dirigido hacia Arizona.
Vacío de poder
Molango se ha equivocado en algunas tomas de decisiones del apartado deportivo, cierto. Pero no se debe olvidar que trabajaba con unos jefes que viven a miles de kilómetros y lejos del día a día. Además han pulsado el botón rojo en el peor momento del curso y desde un profundo desconocimiento de los códigos no escritos del fútbol. Muchos jaleaban el cese de Molango en las redes sociales minutos después de conocerse una noticia que llegó a ser tendencia en Twitter y colapsó de visitas los digitales. Lo que nadie se ha parado a pensar es en las consecuencias empezando por un vacío de poder en la planta noble.
Interferencias
Nadie, comenzando por el entrañable presidente Kohlberg, -intencionadamente mal aconsejado desde hace tiempo- tienen los mínimos conocimientos para dirigir una institución como el Mallorca inmerso en una crisis deportiva. A esta lista podemos añadir el director financiero -ahora director de operaciones comerciales- Alfonso Díaz o cualquiera d elos ejecutivos. Los americanos tienen pánico a lo que se les viene encima. No saben, o no han querido nunca, dar explicaciones del día a día escudándose en su CEO hasta que las críticas se han dirigido hacia Arizona y han sido alertados desde Palma. La visión de club que tiene la propiedad del presente y futuro de la entidad nada tiene que ver con la que tiene Molango. Ante este escenario, tras activar la cortina de humo, es mejor que cada uno siga su camino.
