Brotes verdes

El ciclismo español ha reverdecido en los parajes y bosques vascos. La cercana y casi familiar vuelta al País Vasco son valores que enmarcan esta obra ciclista de tradición y gravedad. ¡Qué ambiente! ¡Qué afición! Son cinco clásicas compendiadas en una clasificación general que ha ido dando saltos y algún trompo, manteniendo la tensión hasta el último día.

El primero en golpear fue Pello Bilbao, ganando al sprint a todo un Alaphilippe, rueda nerviosa y tremendamente competitiva que vio escapar su primera victoria por unos centímetros. La fiesta tuvo su continuidad con el triunfo de Carlos Rodriguez. Joven talento de los de verdad, llamado a ser uno de los grandes. Aplomo, categoría, cabeza bien amueblada y enrolado en uno de los mejores equipos del mundo, forjador de campeones.

Cualquiera de los favoritos puede ganar, mientras que la burguesía del pelotón no se halla dispuesta a regalar triunfos.

El granadino se marcó una escapada de antología con Marc Soler, que, en su nuevo equipo, el UAE, parece haber reencontrado la soltura y frescura para sus piernas, algo que en su última temporada en Movistar parecía imposible. Ya lo dijo el chaval al cruzar la meta y atender a los medios que le acorralaban. Carlos Rodríguez no escatimó elogios al catalán, de quien llegó a decir que era el verdadero merecedor de ganarla, después de bregarse cincuenta kilómetros de escapada, con el corredor del Ineos a su rueda, por órdenes del pinganillo.

No termina aquí la cosecha. La mítica etapa con final en Nuestra Sra. de Arrate, santuario mariano y ciclista, iba a presenciar el reencuentro definitivo del aficionado español con sus corredores; Izaguirre, Pello Bilbao y Enric Mas, llegaban a la etapa decisiva con todas las opciones y aspiraciones abiertas. Al mallorquín se le da bien correr en el País Vasco. Ya ganó en este emblema de culto en el 2018. Fue su primer gran triunfo y donde descorchó el caudal de expectativas para el gran público que, como la plebe en la Roma clásica, le reclama incesantemente terminar de reventar. Lo intentó como había hecho semanas atrás en el Tirreno, pero, nuevamente, el descenso a tumba abierta le jugó una mala pasada y todas las mejores opciones se estrellaron en el asfalto húmedo y frio de la calzada.

Debate estéril

Izaguirre, perro viejo, curtido en mil batallas en su prolongada carrera profesional, cazador de etapas desde los tiempos del extinto Euskatel, ahora uniformado de Cofidis, se hizo con la etapa y por poco se lleva el Txapeldun, que perdió en la última etapa un jovencísimo Evenepoel en beneficio del colombiano Daniel Martínez. Algo que invita a comentar la reapertura del debate acerca de la identidad ciclista del veinteañero belga, de si está hecho para grandes vueltas o si es un clasicómano.

Debate estéril y absurdo. Remco ha pecado de lenguaraz y de osado en alguna de sus importantes hazañas. Sin embargo, si se tiene que acusar a alguien de hablar en demasía sobre el joven ciclista es a los pontífices profesionales, que en la búsqueda del enésimo sucesor de Merckx, le han considerado el vellocino de oro del ciclismo mundial, cuando todavía hay mucha lana por cardar.

Colombia, con sus Higuita y Martínez, ha vencido en las rondas catalana y vasca. Algo que quizá no ha tenido la repercusión merecida, ante el resplandor ocasionado por los Pogacar y Van der Poel, en las últimas semanas; algo completamente justificado, todo sea dicho.

París – Roubaix

Estamos a las puertas de Pascua de Resurrección, que en idioma ciclista viene a significar que llega la clásica de las clásicas, el Infierno del Norte, la ‘Pascale’ a su tiempo natural, después de la versión otoñal. Llega la Paris – Roubaix. Veremos el guion más acostumbrado, y no tan solo por lo meteorológico, sino por los riesgos que la aristocracia del pelotón estará dispuesta a asumir.

Pogacar se ha borrado, algo sensato conociendo de los peligros que entrañan los tramos adoquinados y la tipología de carrera que se acostumbra, con múltiples caídas, problemas mecánicos y escuadras diseñadas para este tipo de carreras. Es mayor el riesgo que el beneficio y, aún, quedan muchos años por delante para que el esloveno intente, que lo intentará, grabar su nombre en la leyenda de Roubaix. Lo que prima es el Tour, objetivo que parece tambaleársele a su compatriota Primoz Roglic, aquejado de unas dolencias misteriosas que han disminuido de forma palmaria su rendimiento en la Itzulia.

Estamos en tiempos primaverales y los brotes verdes despiertan por todas partes. Seguiremos muy atentos. Los detalles, milímetros, cálculos y distancias se dirimen en instantes, muchas veces fugaces, que sentencian quien se sube a lo más alto del cajón y, también, quien se queda aguardando la próxima oportunidad. Porque, lo que sí que está más que esclarecido es que cualquiera de los llamados favoritos puede ganar, mientras que la burguesía del pelotón no se halla dispuesta a regalar ningún triunfo.

Sobre Fernando Gilet

El Rutómetro de Fernando Gilet. Blog personal | IG @fernandogilet | Opinión, comentario y análisis de la actualidad ciclista de allí y de aquí con un toque muy personal.

Deja una respuesta

*

Acepto la politica de privacidad *