El Mallorca está en crisis deportiva, institucional y social. La fractura a día de hoy entre los aficionados y la mayoría de sus futbolistas es una realidad. Como ejemplo, el pasado sábado tras el humillante 2-6, sin ir más lejos, Fer Niño tuvo que salir de Son Moix por una puerta alternativa a la principal. Un importante número de seguidores le esperaban para recriminarle sus salidas nocturnas saltándose el régimen interno. Pero no es el único. A otros como Raíllo, Reina, Sánchez, Rico y Oliván se les ha visto de fiesta a altas horas de la madrugada en locales del Paseo Marítimo en alguna ocasión.
No deberían desaprovechar el último partido en casa para dictar sentencia ante este desastre con una pañolada.
Incendio
Estos actos de indisciplina no son nuevos. Entre alguno de los futbolistas de la actual plantilla lo único que ha cambiado es el escenario en la clasificación, acentuado por el ridículo ante el Granada siendo este el detonante para que en las redes sociales se publiquen fotos y comentarios confirmando la poca profesionalidad de los futbolistas en discotecas y fiestas. También es cierto que estos mismos que ahora persiguen a los jugadores y les increpan, hace cuatro días les defendían al ser cazados por TTdeporte a las cuatro de la madrugada en un local de copas cuando a las once de la mañana tenían entrenamiento.
El vestuario está roto y dividido, además de lleno de rencillas y reproches entre muchos de sus integrantes. No existe orden ni jerarquía, saliendo rebotado alguno que ha intentado poner orden y cordura. Pero ha abandonado su empeño ante la poca profesionalidad y prepotencia de los indisciplinados. Javier Aguirre ni Luis García Plaza en su momento, siendo conscientes los dos de esta situación, han podido o querido tomar decisiones con los problemáticos futbolistas. Al menos de cara a la galería y para no echarle más gasolina al incendio del vestuario.
A la deriva
Mientras el equipo se desintegra en todos los aspectos, a la propiedad no se la espera para poner orden en este caos. Nadie de los que tienen mando en plaza tiene la personalidad ni las ganas de bajar al vestuario a leerle la cartilla a los disidentes que van por libre. Posiblemente tampoco les vaya en el sueldo. ¿Qué autoridad moral puede tener el CEO de negocios? Que no debe estar en sus funciones, piensan en el vestuario. Alfonso Díaz lo que debería hacer es alertar a los americanos del descontrol y la falta de autoridad que reina especialmente en el área deportiva.
Pero entre bomberos no está bien pisarse la manguera. Así que es mejor callar antes que señalar o acusar a Pablo Ortells del desastre. No sea cosa que salga él chamuscado también. El director deportivo ha fracasado y, junto a la propiedad que lo fichó, deben asumir sus responsabilidades al confeccionar una plantilla de escasa calidad. En algunos casos, además, poco profesional y nada comprometida con quien le paga y el escudo de su camiseta. El próximo domingo no se debería desaprovechar el último partido en Son Moix del curso para dictar sentencia de culpabilidad ante este desastre con una pañolada y bronca al palco.
Hay que demostrarles la indignación que acumula el mallorquinismo por una temporada muy pobre. También es cierto que alguien como Robert Sarver, que ya ha demostrado su indiferencia hacia su negocio que es el Mallorca, ojo que su reacción no sea la de vender el club el mismo domingo. A los multimillonarios no les gusta que critiquen su gestión. Se creen estar por encima del resto de humanos. Incluso en el fútbol del que no tienen ni puñetera idea.