Lo volvieron a hacer. Cumplieron con el guion soñado.
Hemos de ser conscientes de que somos testigos predilectos de una era dorada en la historia del ciclismo. Vivimos momentos extraordinarios.
En cada célebre carrera edifican una obra de arte, una epopeya de emociones, una catarata de sensaciones que producen adicción. ¡Queremos más! Se nos invita a proclamar cuando la función echa el telón.
La Milán- San Remo 2025 ya está en la historia. De hoy en adelante, lo presenciado irá creciendo en épica. Las metáforas se multiplicarán, la hipérbole más solemne se redoblará y cualquier exageración estará justificada después de lo acontecido en este 22 de marzo del 2025.
Artillería eslovena
Pogacar comenzó sus ataques en la Cipressa. No tiene otra alternativa. Para ganar en San Remo ha de conseguir deshacerse de sus rivales antes del Poggio. Le será muy complicado ganar este Monumento en un César o nada si reserva toda su artillería para obtener la ventaja suficiente en el último obstáculo previo a la meta.
Pogacar era consciente de que tenía que ir desgastando a los Van der Poel, Ganna, Pidcock o un Pedersen a base de latigazos mortales.
Desplegó metralla eslovena, una carga tras otra de artillería y así hasta el Poggio, para una vez allí, rematar a sus rivales en el enésimo intento de irse en solitario o conseguir la suficiente distancia para evitar un mano a mano en los últimos trescientos metros de la meta.
Esta fue la estrategia del campeón del mundo. Sin embargo, Van der Poel se pegó a su rueda. Fue paciente, no subestimó a su rival. Un campeón del mundo delante de otro.
El neerlandés ha madurado en su forma de competir. Respetó a su rival, fue cauto y prudente, reservando su arsenal para la mascletá final. Tenía que conseguir llegar a la Vía Roma en las mejores circunstancias para que su potencial saliera victorioso.
El final soñado
La vigilancia de los tres príncipes de la carrera- Pogacar- Van der Poel y Ganna– irrumpe en la recta definitiva como un monumento al ciclismo ¡ Qué belleza !
La escena es un tributo de honor a la historia y a las leyendas que hicieron grande esta carrera. Presenciamos una gesta para enmarcar, un compendio de cómo el deporte pude transformarse en belleza y en el perfecto guion del niño que sueña con ganar un carrera, un Monumento del ciclismo.
Esta es la suerte que tenemos. Los tres protagonistas cumplieron con aquel sueño, y en esta ocasión, el que despertó campeón fue Mathieu Van der Poel.
Bendita locura.