Estoy triste. Ha fallecido, a los 83 años, Antonio Oviedo Saldaña. Los más vetarnos, tanto mallorquinistas, como balearicos y poblers; le conocíamos bien. Fue futbolista y entrenador de éxito y para mí, personalmente, un referente en este mundo del fútbol profesional y de la comunicación. Subió con el Mallorca a Primera como futbolista en 1960. Fue el primer ascenso del club a la máxima categoría.
Después jugó en el Elche y una lesión de rodilla, que en aquellos tiempos de retiraban, hizo que regresara a la isla. Con tan solo 29 años decidió probar suerte en los banquillos y fue donde consiguió triunfar. No solamente gracias a su sabiduría futbolística, sino a su carácter y trato hacia sus jugadores siendo enérgico, disciplinado, de orden y siendo un adelantado a su tiempo.
Subió con el Mallorca a Primera como futbolista en 1960. Fue el primer ascenso del club a la máxima categoría.
Profesor
Oviedo fue el primer míster con el que aprendí mucho del otro fútbol, sus códigos no escritos y los entresijos de un vestuario. De árbitros y directivos, del ahora llamado entorno y como funcionaban las guerrillas internas entre planta noble y entrenador.
Siempre llevaré en mi corazón el tremendo cariño que me procesaba. Incluso la última vez que nos vimos me seguía llamando “niño”, con esa voz tan peculiar. El apodo me lo puso por ser el más joven del grupo de periodistas que, por aquellos tiempos a finales de los años ochenta y principios de los noventa, ya seguíamos su carrera como técnico.
Cómplice
Nunca pude verle jugar sobre un terreno de juego, pero sí le vi como era en los banquillos. Hablo de los tiempos en que se nos permitía estar sentados junto al entrenador durante los partidos. Fueron muchas las vivencias, anécdotas y penurias las que compartí con él y que hoy son impensables.
Oviedo siempre me recriminaba que cantaba los goles con vehemencia en las transmisiones de Radio Juventud o Radio Cadena Española. Hasta el punto que, en más de una ocasión, tuvo que subirme al bus del equipo para poder salir del estadio como en Algeciras, Almansa, Yecla o San Fernando. Campos todos ellos de la Segunda B de aquellos tiempos.
Sacrificios
El míster no vivió la época donde jugadores y entrenadores ganaban fortunas para ser millonarios. Pocos conseguían comprarse casas tras una buena inversión inmobiliaria para después vivir de rentas al retirarse. Pero este no fue su caso. Tuvo la oportunidad de marcharse al fútbol italiano.
Pero Oviedo primó quedarse en su Mallorca por encima del dinero. Le gustaba el fútbol, lo vivía intensamente y es por ello que sacrificó muchas cosas como la familia o la tranquilidad para seguir estando en el circo futbolístico sin ninguna necesidad hasta hace muy poco.
¡Qué pasa, niño!
Echaré de menos tus charlas tácticas, tu eterno comentario hacia mí de “niño, eres un cabrón porque no reconoces lo que sabes de fútbol, te gusta más un lío que ver un partido”. Es una pena que te hayas marchado, míster. Para mí y para muchos has sido un referente.
Un tipo auténtico como jugador y entrenador de la vieja guardia. Con genio pero de trato humano y de gran corazón. Un mito para el mallorquinismo más veterano. A estas generaciones que no les ocipa ni preocupa la historia de su club, les digo que este señor jugó en el Atlético de Madrid, Córdoba, Rayo Vallecano, Sevilla, Mallorca, Elche, Granada y Levante y, como técnico, ascendió al Mallorca a Segunda.
Descansa en paz, míster. Gracias por todo lo que me enseñaste de fútbol y de los futbolistas. Me ha servido para sobrevivir en este mundo de intereses, negocio y de mucha falsedad. Todo lo contrario a lo que ha sido tu trayectoria. Una pena no poder volver a escuchar ese “¡Qué pasa, niño!”, tan tuyo.
