Ruanda organizará el Mundial de ciclismo del 2025. Muy probablemente, el Muro de Kigali y sus rampas al 20% decidirán el nuevo campeón. Un triunfo que pasará a la historia por otorgar el primer arco iris ganado en el continente africano. La globalización del ciclismo pasará de ser una frase al uso, a una realidad plena, al menos en el ámbito de la organización de grandes eventos.
Desde el 2005, esta nación asolada por la guerra y la división organiza el Tour de Ruanda. Es una carrera llena de vitalidad que nos muestra el crecimiento del ciclismo africano, que después del terrible genocidio de 1994, con la bicicleta como símbolo y elemento integrador, encontró la esperanza y la ilusión con el deporte. Es un gozo ver imágenes de metas repletas de aficionados animando a los ciclistas con sus maillots multicolor, venidos de países como Eritrea, Burkina Fasso, Etiopía y de la propia Ruanda. A los ruandeses, Hinault los bautizó no hace mucho como “los nuevos colombianos”, por su facilidad en los ascensos más endiablados.
África ha tenido su protagonismo èste curso con el anuncio del Mundial 2025 y el histórico logro de Biniam Girmay.
Pionero
La explosión, todavía muy controlada del ciclismo en el continente, ha tenido su paladín en el eritreo Biniam Girmay, quién, en el pasado Mundial Sub-23 celebrado en Flandes, logró la medalla de plata, convirtiéndose así, en el primer ciclista negro en conseguirlo. Es el único africano en la élite, si no contamos a Chris Froome, inglés nacido en Kenia.
El de Eritrea, después de una buena temporada en el 2020, con diferentes victorias tanto en ruta como en contrarreloj ― donde destaca un triunfo ante el mismísimo Remco Evenepoel, la medalla de plata y su fichaje por el Intermarché ―, hacen augurar que este joven ciclista puede dar muchas alegrías a su continente, y con ellas, generar ese siempre deseable efecto multiplicador de pequeños imitadores que acaben repoblando el pelotón con africanos.
Luces y sombras
Estas dos noticias merecen ser destacadas entre los acontecimientos de la temporada recién terminada: África, siempre tan arrinconada en las grandes decisiones, ha tenido su protagonismo colectivo y particular en este 2021 con el anuncio por parte de la UCI del Mundial 2025 y con el histórico logro de Biniam Girmay.
No todo han sido gozos. También hay sombras. Hace pocos días el propietario del equipo sudafricano Qhubeka, Douglas Ryder, anunciaba que la continuidad del equipo en World Tour pasaba por momentos cruciales de no encontrar un patrocinador. Sería un duro revés su probable desaparición, teniendo en cuenta que lleva en el escenario del ciclismo mundial desde el 2008. Con innumerables cambios de colores y denominaciones, alguna sospechosa, y esporádicas alegrías a costa, eso sí, de la paulatina desafricanización del proyecto original, la escuadra sudafricana se ha ido diluyendo hasta encontrarse al borde de la desaparición. Y es que, cuando se pierde la esencia por el camino, acaba uno por perder la buena senda, aquella que nunca se debió dejar de pisar.
Para finalizar quiero hacerle una recomendación literaria. Cuando se habla de ciclismo africano hay que referirse a una joya que tiene por nombre La Tierra de la Segundas Oportunidades de Tim Lewis. Una fascinante historia de ciclismo que, a través de personajes reales, narra lo que sucedió después de aquella cruenta guerra fratricida que sometió a Ruanda a uno de los más tristes y desgarradores episodios del siglo XX. Muy aconsejable.