Llega el día soñado y esperado

Referirse a la París-Roubaix es mentar el génesis del ciclismo. Una carrera que nace en 1896, que sobrevive a las dos guerras mundiales, que se disputa en Francia, cuna del ciclismo, merece la reverencia en el sentido más deportivo del término.

Hace años escribí un artículo que titulé “ París- Roubaix: la gloria de Napoleón”.  Lo hice porque a Napoleón Bonaparte se le atribuye una frase que encierra una gran verdad: “La gloria es fugaz, pero la oscuridad es eterna”

El conquistador nunca imaginó que siglos después de sus incursiones, invasiones y enfrentamientos bélicos, los caminos que mandó construir para el desplazamiento de sus ejércitos y mercancías recuperarían, al menos por un día cada año, la gloria que buscaba para su Imperio francés.

La carrera nació en 1896. Su historia y trayectoria es un ejemplo de superación.

El esfuerzo imperial fue inútil, pero los caminos empedrados, luego mejorados por mineros locales, se convirtieron en una ruta ciclista mítica conocida por su dureza, caos y gloria.

Los elegidos que logran levantar los brazos en el Velódromo de Roubaix son aquellos que han superado numerosas adversidades. Estos profesionales se ven obligados a buscar refugio en los márgenes de los caminos hasta encontrar un terreno más favorable para sus bicicletas, permitiéndoles evitar baches, barro y caídas.

La historia de la Reina

La carrera nació como tantas otras a finales del siglo XIX. Se fundó para preparar otra mucho más larga e importante por entonces, la Burdeos – París, que superaba los 300 kilómetros.

Desde entonces, su trayectoria ha experimentado numerosas vicisitudes. En los bosques que conectan la región de Compiegnes con la frontera del norte de Francia, se encuentran enterradas muchas de las trincheras de la denominada Gran Guerra. Este hecho, por sí solo, amerita el respeto y la admiración de todas las personas.

La París-Roubaix tiene varios sobrenombres: la Pascale, porque se corre cerca de la Pascua, la Reina de las clásicas y el Infierno del Norte. Este último nombre surgió después de la I Guerra Mundial, cuando un reportero describió la región devastada como “el infierno del norte”.

La París- Roubaix no siempre tuvo los famosos tramos adoquinados. No fue hasta 1967 cuando un minero que había sido ciclista, Jean Stablinsky, propuso al organizador, que es el mismo que el del Tour de Francia, el paso por el Bosque de Arenberg. El Tour, lo tuvo en consideración e insertó el tramo más complicado de la carrera a noventa kilómetros de meta.

Desde Compiegnes hasta Roubaix se suman doscientos sesenta kilómetros de ciclismo primitivo

Desde Compiegnes hasta el mítico velódromo se recorren doscientos sesenta kilómetros de lo que antaño fueron calzadas napoleónicas, las rutas mineras o las mismísimas trincheras del frente. Por un día se transforman en una renovada epopeya para gloria del vencedor.

Pogacar quiere escribir su nombre entre las leyendas de Roubaix

Por allí los caminos hacia la gloria pasaron figuras de leyenda como el Canibal Eddy Merckx, el Gitano Roger de Vlaeminck, un italiano enorme llamado Francesco Moser, el Tejón Bernard Hinault, el irlandés Sean Kelly,  Gladiador Fabio Cancellara y Tom Boonen, Peter Sagan, y este próximo Domingo de Ramos, lo harán MVDP, Mads Pedersen, Wout van Aert, Pippo Ganna, Jasper Philipsen, Stefan Kumg … y Tadej Pogacar…

Será el estreno del esloveno en la reina de las clásicas, su debut en el Infierno del Norte.

Sobre Fernando Gilet

El Rutómetro de Fernando Gilet. Blog personal | IG @fernandogilet | Opinión, comentario y análisis de la actualidad ciclista de allí y de aquí con un toque muy personal.

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