Hubo un tiempo en el que Mallorca albergaba a muchos de los mejores ciclistas de España. Fueron años de hierro, tiempos de post-guerra, de hambre y austeridad. Una época en el que todo se lograba con el sudor de la frente, con el esfuerzo de unas manos callosas y el ahorro de años de trabajo.
Muchos de los jóvenes de aquellos años hallaron en el deporte una diversión, un sueño, una oportunidad. La que sus padres no tuvieron la suerte de tener. Las ideologías habían robado la juventud de una generación.
Muchos ciclistas de la época descubrieron su talento en los trayectos al cuartel, mientras realizaban el servicio militar.
Aquellos adolescentes escuchaban por la radio las hazañas de unos italianos que asombraban al mundo. Era el despertar de una época de luz, después de años de tinieblas.
Fausto Coppi representaba el cambio. Con su figura estilizada, elegante sobre la bicicleta, era el modelo a seguir.
En los trayectos hacia el cuartel, los jóvenes del Pla de Mallorca competían entre ellos. La imaginación les trasladaba a los Alpes, a los Dolomitas, a los puertos donde el viejo mundo, Gino Bartali, y el nuevo, Fausto Coppi, conseguían asombrar a los aficionados
Antoni Karmany ha sido reconocido con el Cornelius Atticus.
El ejemplo de los Capó, Gelabert, Gual, Trobat y Alomar tuvieron su continuidad en los Company y Antoni Karmany, nuestro protagonista.
Karmany de correr a pie a ganar etapas o la Volta a Catalunya
Karmany destacaba corriendo a pie. Su escuálida y enjuta figura le ayudaba a volar en las carreras. Alternaba con la bicicleta. Aquel pequeño motor rugía como el de un leopardo. Su corta estatura le ayudaba a sobresalir, especialmente, cuando la carretera se encaramaba. El prodigio no tardaría en cruzar el charco.
Karmany comenzó a ganar carreras. Su fama se extendió por toda la península. Ganó una Volta a Catalunya en 1962, etapas en la Vuelta a España, sin embargo, donde más se le admiraba era en el País Vasco. Los más viejos del lugar, todavía recuerdan su singular apellido.
El ciclista de Sant Joan fue muy querido y admirado en el País Vasco. Su recuerdo aún permanece.
Se le daban muy bien las carreteras escarpadas de media montaña del norte. Los circuitos de Gernika, Larrazebua, Bilbao, Eibar o Azua por cita algunos, le vieron llegar el primero en varias ocasiones. Sus mejores años fueron en los primeros años 60, cuando a lo largo de tres años consecutivos consiguió ser el rey de la montaña.
Un mérito extraordinario si consideramos que en esa época contaba con rivales como Julio Jiménez o el propio Federico Bahamontes, escaladores de la época. Solo el propio Julio Jiménez, Andrés Oliva en los años setenta, y José Luis Laguía en los ochenta, obtuvieron algo parecido a lo que el ciclista mallorquín pudo conseguir
Antoni Karmany nunca dejó ser ciclista de corazón. A día de hoy todavía se le ve con sus gafas de sol de carreras, y un físico, que de no ser por la edad, uno pensaría que todavía sigue saliendo a rodar por los alrededores de su pueblo, Sant Joan.
Parco en palabras, sonríe cuando te reconoce y no duda en preguntarte ¿Cuántos kilómetros llevas esta semana?