Los cambios suelen traer consigo aires renovados. La necesidad de revitalizar estructuras y proyectos obliga a mover fichas en el tablero, incorporar nuevos perfiles que renueven hábitos, costumbres que, por la propia naturaleza del ser humano, acaban convirtiéndose en inercias acomodadas y, en algunos casos, en vicios adquiridos a eliminar.
La nueva directiva de la federación española, presidida por Jose Vicioso, ha tenido un estreno animado, propiciado por la posible incorporación de Alejandro Valverde como futuro seleccionador nacional de carretera. Solo el anuncio nos descubre una conveniencia transversal de primera magnitud, además de un impacto de imagen considerable.
La posibilidad de que Valverde se incorpore a la federación supondría un impacto transversal sobresaliente.
El potencial y el reclamo publicitario que supondría contar con Alejandro Valverde en el organigrama técnico de la federación española de ciclismo multiplicarían exponencialmente la suerte de posibles patrocinadores.
La única duda que gravita a propósito de la figura del murciano se cierne sobre su nula experiencia en la dirección técnica, con rango de oficialidad. Porque conocimientos y experiencia las tiene más que acreditadas. Toda una vida compitiendo en bicicleta y más de veinte años de profesional son una credencial indiscutible para que se le brinde la oportunidad.
El cargo de seleccionador no es un homenaje.
En cualquier caso, no existen unanimidades ni apoyos incondicionales en según qué temas. El cargo de seleccionador siempre suscita debate. La condición de gran campeón o leyenda del deporte no lleva consigo la indiscutible certeza de tener un director técnico contrastado. En el ciclismo y en otros deportes, encontramos casos de grandes nombres que pasaron con más pena que gloria cuando cambiaron de función.
Ser una leyenda o una estrella en el deporte no significa ser un director deportivo contrastado.
Si Valverde acaba siendo seleccionador, deberá asumir que el protagonismo es propiedad de los ciclistas que estén bajo su dirección. Si el ejemplo y la referencia se concentran, constantemente, respecto a su persona, dudo que se consiga avanzar en la senda del éxito.
El riesgo es dirigir mirando más al retrovisor, a lo que uno consiguió, que al futuro que tiene en sus manos y que podría reemplazarle en la memoria colectiva. Más que un error, es una tentación habitual que termina convirtiendo la larva de la vanidad en un desencanto.
Entretanto, Valverde deshoja la margarita; vivimos días entretenidos en tiempos de barbecho competitivo.