Le echábamos de menos. Wout Van Aert es uno de los ciclistas con mayor talento y prestancia que tiene el pelotón. Desde que decidió, con ejemplaridad, abandonar el Tour de Francia por el nacimiento de su hija en la decimoctava etapa, su trayectoria rebajó intensidad, dejándole en un segundo plano, siempre detrás de otros corredores de renombre.
Sin embargo, después de las tres primeras etapas portuguesas de La Vuelta a España 2024, Van Aert luce de rojo intenso buscando la victoria de etapa en las dos primeras jornadas, hecho que consiguió en Castelo Branco alzando su peculiar vuelo en la meta que nos despide de Portugal.
Van Aert se reencuentra con la victoria en una grande después de mucho tiempo.
El intenso calor que está sufriendo el pelotón en estas primeras entregas portuguesas de La Vuelta no menguará. Hasta el próximo domingo promete calorcito del bueno para los corredores en su paso por los pueblos blancos de Andalucía. Circunstancia que al belga no le ha impedido ser, por el momento, el gran protagonista del estreno de la ronda española; una alegría para el alma en medio del rosario de sinsabores que el ciclista ha sufrido a lo largo del último año.
Comienza la montaña. Sigue el calor.
En la previa del Pico de Villuercas, estreno montañoso de cierta entidad, Van Aert le birló el sueño al abuelo del pelotón, Luis Angel Maté. Otro que no pierde la ilusión, a pesar de llevar cuarenta primaveras a sus espaldas. Tiene más Vueltas en sus piernas que años de vida sin bicicleta. Es de los que no se bajará nunca de ella.
Lo que siempre digo, para vivir de esto, además de talento, capacidad y tesón, a uno le tiene que gustar mucho este deporte para mantenerse tanto tiempo viviendo de pedalear a esas velocidades.
El pelotón rodó por momentos a cuarenta grados. El calor será el protagonista indiscutible en esta primera semana.
La Vuelta cambia la profundidad del fado portugués, por el cante hondo andaluz, acompasado por la guitarra, resonante y trémula. Temblor da pensar lo que se avecina. A cuarenta grados, sin respiro y con el asfalto en vertical, apuntando al cielo. Allí donde a Van Aert le gusta simular que alza el vuelo cuando goza de su sonrisa más amplia.