Evenepoel, rey de París

La clásica olímpica no ha defraudado. El recorrido auguraba un espectáculo mayúsculo.  Paisajísticamente,  el marco era inmejorable, ciclísticamente, una auténtica ratonera. Por suerte, el tiempo acompañaba, dejando la dificultad  reservada a buscar y encontrar la mejor situación para responder o protagonizar el ataque decisivo.

Doscientos setenta y dos kilómetros, trece ascensiones, con especial relevancia al circuito final y la triple subida a Montmartre, presidida por la Basílica del Sacré Coeur, los escogidos tramos adoquinados y unas calles repletas de público, vociferando entusiasmado, sumaron idas y venidas que mantuvieron la tensión en protagonistas y aficionados.

Los ataques y contraataques se sucedían cuanto más cerca se encontraba el pelotón de la meta. Lo probó Van der Poel y Wout Van Aert, su media naranja ciclista, siempre a su rueda. Sin embargo, el movimiento dorado lo acabó protagonizando Evenepoel, gracias a un excelente trabajo de su selección. Por cierto, de la española, ni rastro.

Andaba Madouas por delante. Aguantó la embestida del belga campeador hasta que faltaron trece kilómetros de meta. El francés había cabalgado toda la jornada buscando el prometido oro. Se le escapó en un repecho sin sustancia. Evenepoel se deslizaba y el francés cabeceaba de lado a lado, incapaz de resistir las acometidas del belga. Remco Evenepoel se dirigía, imparable, como un cohete, hacia el oro de la Torre Eiffel. 

Cuando Evenepoel gana lo hace a lo grande, a lo bestia. Esta es una frase inmortal después de la exhibición de París

La estrategia de los equipos movía con destreza a los corredores. En cualquier carrera, el segundo y tercer puesto no pasan a la historia, no es el caso de esta. La pelea por la medalla de plata y bronce está en juego.

Un cohete se dirige al oro de París

Los franceses, desde hace más de treinta años, no ganan el Tour de Francia. Este año, la foto final de la ronda francesa se desplazó a Niza, por lo que era el día para recuperar la grandeur en la gran capital. Volver a escuchar la Marsellesa atronar París desde lo más alto del podio. Un sueño que tendrá que seguir esperando. 

Evenepoel había iniciado el despegue definitivo. Iba loco. Con piernas  excelsas y atolondradamente, desorientado, sin pinganillo ni referencia que le tranquilizará. La cosa terminó de agravarse con un inesperado pinchazo cuando ya vislumbraba la recta final. Gritó con toda su alma. Por suerte el coche estaba cerca y el recambio de bicicleta no puso en peligro lo que con su esfuerzo tenía a su alcance.

Encaraba la recta de la gloria. El marco más grandioso, imaginable. Los Campos Eliseos, la Torre Eiffel, París entero a sus pies. Levantó el trofeo de su bicicleta al cielo, a lo más alto. El sueño olímpico de doblar medalla de oro, en contrarreloj y ruta, se había conseguido.

El primer ciclista en la historia de los Juegos Olímpicos en conseguirlo bien merecía recrearse en la mística de un instante, que ya es un icono en la historia del deporte y del ciclismo. 

Instante en el que pasa el pelotón por el Sacré Coeur de París.

Sobre Fernando Gilet

El Rutómetro de Fernando Gilet. Blog personal | IG @fernandogilet | Opinión, comentario y análisis de la actualidad ciclista de allí y de aquí con un toque muy personal.

Deja una respuesta

*

Acepto la politica de privacidad *