La segunda semana termina como la primera: bajo la alargada sombra de Tadej Pogacar. El pelotón se ha entretenido mientras el rey león esloveno hacía que dormitaba. El Giro tiene nombre y apellido. Es un hecho asumido.
Roma coronará a su nuevo emperador y el pueblo coreará su nombre, orgulloso de su nuevo campeón. No es italiano, sin embargo, cuando emerge un coloso tan excepcional, la nacionalidad no es condición excluyente para celebrar el éxito foráneo.
Hacia la Ciudad Eterna se dirige Pogacar,; ver al mejor ciclista del planeta vestido de rosa es un motivo de orgullo y de fiesta. El Giro, como el gran domingo que es, siempre ha querido grabar el nombre de los mejores de la historia entre sus invitados y vencedores.
La semana discurrió con excesiva monotonía. Solo la victoria de Alaphiippe cambió la escenografía estos días pasados. Los velocistas previstos cumplieron con su tarea, aguardando un fin de semana que se prometía como lo más interesante de esta segunda entrega de la corsa rosa.
La traca del fin de semana
La CRI del Garda vengó a Filippo Ganna del traje a medida que le hizo Pogacar en Perugia. Uno de los momentos que perdurarán en la memoria de esta edición. Ver reducir y superar una diferencia de cuarenta y siete segundos en poco más de seis kilómetros a todo un especialista como el italiano, está al alcance de muy pocos nombres. Fue un golpe mortal, obligando al resto de adversarios a la resignación más abnegada.
La escapada de Quintana en Livigno es un canto a la esperanza particular del colombiano.
El etapón de más de cinco mil cuatrocientos metros de desnivel de domingo podría convertirse en el día malo que todo ser humano puede tener. Nada más lejos de la realidad. La emoción de asistir a Nairo Quintana escapado después de dos años de angustia hizo levantarse de sus asientos a media Hispanoamérica.
Nairo tiraba de orgullo. Cuántos pensamientos debieron pasar por su mente en su cabalgada al Mottolino Livigno. Cuántos fantasmas huyeron de su escondite. El sueño se evaporó a falta de dos kilómetros de la meta. Sin embargo, sentir bullir la adrenalina de nuevo curaba muchos meses de sufrimiento en soledad. Estoy seguro que Nairo lo volverá a intentar en la tercera semana.
El emperador esloveno
Pogacar aparenta correr en otra competición. El resto de ciclistas tienen asumido que es inalcanzable. Desde hace más de setenta años no había una maglia rosa con casi siete minutos de diferencia respecto al segundo – Geraint Thomas– Quiere superar todos los récords y si nada extraño se lo impide, lo conseguirá.
Las diferencias con sus rivales son de épocas pretéritas. Su figura emerge cada mañana de rosa mayestático. Es una hipérbole en su máxima expresión. Los italianos se lo han hecho suyo. A fin de cuentas, Eslovenia es un país vecino.