Hace escasos días, Pogacar anunciaba su participación en el próximo Giro de Italia, con la intención de luchar por el Tour y por la ronda italiana el mismo año, como hicieron en su día los más grandes. No cabía esperar otra cosa de este esloveno, ciclista mayúsculo, que nos ha regalado esta década veinteañera que avanza imparable. El último en conseguir el doblete fue el recordado Marco Pantani, hace veinticinco años. Desde 1998 nadie ha conseguido doblar en amarillo y rosa.
Pogacar acostumbra a realizar unas magníficas primaveras. Gran parte de su botín de triunfos los consigue en el primer semestre del año, reservando el Giro de Lombardía como broche y sello de cierre – lleva tres triunfos consecutivos- algo que a un corredor de sus dimensiones le obliga a intentar hacer algo grande, más grande si cabe, aun a cuenta de todo lo que desde hace temporadas está consiguiendo.
La presencia de Pogacar en el Giro colorea con mayor intensidad a la corsa rosa
De este modo, Italia se renueva para, este año sí, reverdecer su grandeza. El indiscutible aval histórico de la corsa rosa necesita del refuerzo de una edición donde se gane en emoción y competitividad. Italia necesita que su Giro tenga un rosa más intenso. La presencia de Pogacar casi lo garantiza, solo falta que los condicionantes ajenos a la carretera y el diseño del recorrido no empañen las mejores pretensiones.
https://youtu.be/0LI4ruSNOac?si=6zQy9WQpvs-bodFI
La Vuelta más ibérica
Hablando de recorridos, en los prolegómenos de la Navidad también se ha presentado la Vuelta 2024. Una edición que sobre el papel se nos presenta como tres semanas sin treguas ni respiros. Con dos contrarrelojes individuales en el estreno y final de la ronda, principio y fin, emulando formatos de grandes vueltas inolvidables. Así aconteció en el considerado mejor Tour de Francia de la historia, aquel del despiste de Perico Delgado en la crono de Futuroscope y del duelo entre Lemond y Fignon, en los Campos Elíseos de París.
Entre el alfa y omega de la Vuelta 24 más ibérica, mucha montaña. Javier Guillen, director e ideólogo, proclamaba y resumía el ADN de su carrera en tradición y dureza, “mucha dureza”. Portugal la estrena con tres etapas en dirección al sur de la península. No hay días de transición, cada jornada obligará a la máxima exigencia. La escarbada Extremadura, con el Pico Villuercas y la Sierra de Guadalupe, adelantan cinco etapas andaluzas de rigor y potencia. Cazorla y Sierra Nevada finalizan la primera entrega del serial. Se supone que los favoritos ya estarán a la greña.
La Vuelta 2024 apuesta por la dureza. Etapas cortas, exigentes, que exprimirán la competencia entre los favoritos.
De Granada se salta a Galicia, más de mil kilómetros de traslado, poniendo en entredicho las recomendaciones UCI en materia de huella de carbono, y condicionando sobremanera la teórica jornada de descanso de los ciclistas. El norte recogerá al pelotón y lo conducirá de Oeste a Este, con el paso por las tres provincias gallegas, el regreso de los icónicos Lagos de Covadonga, el terrorífico Cuitu Negru, el Moncalvillo asturiano y el temido Picón Blanco de Burgos, cumbres llamadas claves en el resultado, con el debido respeto a la contrarreloj madrileña.
El final soñado
Lo cien años de Telefónica merecen el homenaje de la Vuelta con una contrarreloj de veintidós kilómetros que partirá de su sede en el extrarradio de la capital, que, en el guion soñado aspira a decidir al límite del segundero, lo que la dureza de tanto puerto, en etapas más bien cortas, no habrá sido suficiente para sentenciar la General.
Allí volverán a estar Roglic con su nueva piel y artillería pesada, Vingegaard con todos sus galones, Kuss, defendiendo el título, y la corte española de Mas, Ayuso y Rodríguez luchando por revertir el dominio extranjero. Hay que remontarse al 2014 con Alberto Contador para encontrar el último triunfo español en la Vuelta.