Siempre que pasas por su vera levantas la cabeza. La mirada apunta a la bola; la cota más alta de Mallorca era inalcanzable, y no por falta de piernas, sino por la verja cerrada que lo impide. Solo se puede contemplar la grandeza desde la pequeñez.
La cima del Puig Major asciende hasta los 1445 metros. En los años 50, en el marco de los acuerdos que alcanzó España con los EE. UU. en materia de defensa militar, los americanos instalaron un radar para el control aéreo del Mediterráneo Oriental y, de paso, le arrancaron nueve metros naturales de altitud al colocar el radar con forma hexagonal que acabó incorporándose al paisaje mallorquín, algo que condujo a que popularmente se conozca a la célebre cota como “ la bola ”del Puig Major.
Zona Militar. Acceso restringido.
En 1959 se restringió por completo el acceso, convirtiéndose en zona militar. Así pues, el fenómeno cicloturista que concita a miles de ciclistas llegados de cualquier parte del mundo, además de a los afortunados mallorquines que tienen la suerte de disfrutar de la Serra de Tramuntana de forma frecuente, debía resignarse con las vistas del coloso mallorquín desde la base del conocido pico.
Hace años que se había convertido en inaccesible para los ciclistas. Llegar a sus faldas era la máxima aspiración, no exenta de mérito y de alguna fatiga.
Sin embargo, esta historia va a cambiar. El 2023 verá la salida a “La Pérez” y, con ella, la posibilidad de alcanzar la que durante siglos fue considerada una cima sagrada.
Recientemente, se supo que, hasta la llegada de los norteamericanos, se podía encontrar un yacimiento prehistórico en el cual se ubicaba un santuario. El misterio que rodea lugares tan señalados aumenta con este tipo de descubrimientos. Algo así sucederá con el reencuentro del ciclista con la cumbre, bajo la atenta mirada del buitre negro y el águila pescadora, verdaderos dueños de ese espectacular y solitario paraje.
“De Pérez a la Bola del Puig Major” abre la cima de Mallorca al ciclismo, después de muchos años clausurada.
Para la próxima primavera, “La Pérez” trae consigo una incontable cantidad de ilusiones retenidas durante años, además de mucha montaña. Será entonces cuando el ciclismo aflorará por los cuatro puntos cardinales del archipiélago. La temporada estará cuajando, y la ciclo-deportiva estrenará sensaciones y pasiones para muchos. El objetivo de alcanzar “ la bola” vendrá precedido por dos ascensos que no conviene desdeñar. El primero serán los más de cinco kilómetros del Coll de Soller por el lado de Palma, de donde saldrá la prueba. Servirá el ascenso serpenteante, con vistas a la bahía de la ciudad, de entremés no cronometrado para las piernas de los ciclistas.
El que sí tendrá tiempo monitorizado será el que llevará al pelotón disgregado hasta el Acuartelamiento del Ejercito de Aviación. La carretera que une el valle de Sóller hasta el túnel de Monnaber es el tramo abierto de ascenso más continuado de la isla, el cual, gracias a “ De Pérez a la Bola del Puig Major”, verá ampliada la exigencia en siete kilómetros. De esta forma, casi veinticuatro kms sumarán los dos tramos cronometrados, convirtiendo, por un día, la experiencia en un puerto verdaderamente digno del Tour de Francia.
La Colnago de Pogacar al alcance.
No termina aquí el reclamo para quienes participen en esta fiesta del desnivel mallorquín.
El pelotón de centenares de ciclistas que tomen la salida deberá uniformarse del negro y verde, colores del patrocinador, al lucir el maillot que entregará la organización a cada ciclista que se inscriba. Tal gesto dará opción a participar en el sorteo de una Colnago, auténtica réplica seriada de la empleada por el doble campeón del Tour y primer ciclista de la actualidad, Tadej Pogacar. Una máquina colosal valorada en una asombrosa cifra de cinco dígitos, que se sorteará entre los receptores del maillot negro y verde, junto con uno amarillo del Tour firmado por el esloveno. Un aliciente más de “La Pérez”, que ha conseguido, gracias a su patrocinador Reciclajes Pérez y después de muchos años de espera, abrir la verja del Puig Major a los ciclistas.
Se avecina una verdadera fiesta para el ciclismo épico y de montaña. Un sueño hecho realidad gracias a los siete kilómetros de ascenso a la cima de Mallorca. Desde lo más alto se podrá contemplar la belleza de una isla que, por un día, tendrá todos sus rincones y encantos abiertos y accesibles a los ciclistas.