Aburrimiento dicen unos, estrategia dicen otros, lo cierto es que sea una cosa o la otra, el sevillano Juan Pedro López lleva diez días de líder de la carrera y cada jornada que pasa refuerza su confianza y la de su equipo. Desde el Etna ha salvado los inconvenientes y contratiempos para mantener la maglia rosa e igualar los registros de grandes nombres de nuestro ciclismo, como son Pérez Galdós y Purito Rodríguez.
A la espera de lo que acontecerá este domingo en el Valle de Aosta, la semana ha transcurrido como era previsible. Invita a la reflexión tan poco movimiento en la general. Quiero pensar que no toda la culpa es de los ciclistas. Considero que el diseño de este Giro es la razón de esta sensación agridulce del querer y no poder que se está viviendo. No hay mucho margen de maniobra. La coartada de que vivimos una carrera muy abierta no es del todo coherente, ni justifica la monotonía. La secuencia de carreras llanas y de media montaña, con sus respectivas fugas ‘autorizadas’, reservando toda la dureza a una última y decisiva tercera semana, tiene mucho que ver con lo vivido hasta la fecha.
Referente La Vuelta
El Giro de Italia emplea un modelo diferente al de La Vuelta y el Tour de Francia. Ya lo hemos comentado en otras ocasiones. La Vuelta viró hace más de una década, y desde entonces, ha ejercido una influencia positiva en el concepto del ciclismo de grandes vueltas. Un ciclismo que se ha adaptado a los tiempos, por dentro y por fuera. Con etapas que alternan oportunidades para los velocistas y las más espectaculares de alta montaña, sin desdeñar las intermedias, con sus tramos de emoción reservados a los kilómetros decisivos de la carrera. Metas en repechos de cabras o muros que van de uno a tres kilómetros, que reaniman al espectador del sofá y condicionan a los ‘gallos’, obligados a atacar y mantener la tensión hasta el final de cada etapa. Esta semana he leído en Twitter que este Giro estaba permitiendo leer un libro sin apenas distracciones. Es un comentario demoledor que resume a la perfección la semana.
Aire fresco
Después del Blockhaus reaparece Mathieu Van der Poel. El rayo de luz. Lo hace a su manera. Atacando. Lo de este ciclista es aire fresco. Nos regaló una primera semana de ensueño el pasado Tour de Francia, y sus aportaciones en este Giro, además de ser savia para este deporte, son una oda a la esperanza. No está solo. Biniam Girmay se ha empeñado en hacer historia en todas las carreras en las que participa. Su duelo con MVDP ha sido de lo mejor de la semana. El gesto del primero con la victoria del eritreo es otra de las instantáneas que se recordarán. Como el taponazo de espumoso que le obligó a tener que abandonar a la mañana siguiente, después de uno de los días más felices de su vida. Son las contradicciones de la vida. Una resignación aceptada con la sabiduría de un sufridor nacido en África. Desde entonces, los proseccos se entregan abiertos en el Giro.
Tricolor
Los italianos no habían hecho acto de presencia todavía. Se tuvo que esperar a la Reggio-Emilia, cuna del último mito del ciclismo italiano, Marco Pantani, para presenciar la primera victoria en esta edición. Un joven velocista, Alberto Dainese consigue hacer ondear la tricolor a pocos metros de su museo, epicentro de la ciudad. Integrante del Team DSM, su considerable altura fue insuficiente para dedicarse al baloncesto, pero le permite mover un desarrollo exorbitante, útil para batir a los Gaviria, Demaré, Ewan o Cavendish y empezar a dejar de ser espectador de privilegio en las volatas.
Desde el Piamonte se avistan los Alpes. Carapaz y Landa parten como favoritos. No descarten a los diez primeros.
Estamos en el Norte. Se divisa Génova con sus autopistas aéreas desde las que se contemplan los más de cuarenta edificios que son patrimonio de la humanidad. Ciudad puente del Mediterráneo y de los Apeninos, parece que los ciclistas han desayunado una buena pasta al pesto. Pletóricos de fuerzas, una escapada de veinticinco hombres rueda a 55 kms/h de media. Con ellos, Kelderman recupera ocho de los once minutos que perdió en el coloso de los Abruzzos, y resucita para la general. Pero hay tres ciclistas que tienen más piernas. Oldani, Rota y Leemreize se juegan al sprint la victoria, y por un día el Alpecin gana sin Van der Poel. La tricolor vuelve a ondear gracias a Oldani.
Cuenta atrás
Entre sprint y fugas bidón, Juanpe López reivindica a su Betis y a la N de su apelativo. Pero por encima de cualquier distracción, defiende su maglia rosa. Le predicen que el Vall de Aosta será el epitafio de su sueño, pero algunos desconocen que hace cuatro años en la carrera sub 23, el entonces pupilo de Contador en el Kometa, lució galones y virtudes, algo que le trae excelentes recuerdos. El calor le favorece. A otros les castiga en exceso. Es el caso de Bardet que tiene que abandonar por un golpe de calor. Una lástima, porque el francés estaba muy bien situado y en gran forma para hacer saltar la monotonía. Desde el Piamonte se avistan los Alpes. Llega la semana decisiva. Carapaz y Landa parten como los grandes favoritos. Pero no descarten a ninguno de los diez primeros. Hace mucho que están esperando para romper todos los pronósticos y despertarnos de la siesta. Que así sea.