El Mallorca acumula la friolera de siete partidos perdiendo cuando se han jugado 30 jornadas de campeonato y sus futbolistas solamente han sido capaces de ganar seis. Unos números impresentables y que no pueden ser camuflados por nada ni por nadie como excusa del fracaso en el que está inmerso el equipo. Ahora los de Javier Aguirre, que son los mismos que estuvieron con Luis García Plaza, han dado un paso más hacia la Segunda División al haberse colocado dos puntos por debajo de la salvación que marca el Cádiz.
A las instituciones que controlan el fútbol hay que trabajárselas en Madrid con gente que conoce los entresijos.
Todo sigue igual con Errores y errores. Pero, ojo, no de los árbitros. En especial de Mateu Lahoz o de Estrada Fernández en el VAR del partido contra el Getafe. Para mí acertaron en el enésimo penalti de Franco Russo a quien la Primera División le supera. Las equivocaciones individuales están penalizando el trabajo colectivo de un grupo que se esfuerza, pero con carencias exageradas. Nada que discutirles a los futbolistas. Al menos sobre el campo. Lo que ha podido ocurrir dentro del vestuario tendremos que esperar a que pasen los años para saber toda la verdad y nada más que la verdad.
Excusas
Mientras el equipo ha puesto rumbo a la entrañable y nada mediática categoría de plata, la Unió de Penyes y el Moviment Mallorquinista se han unido en una cruzada arbitral al considerarles los máximos culpables de la situación. Un hecho curioso cuando todos conocemos las diferencias entre las dos asociaciones compuestas por entusiastas aficionados de base. En el caso de los segundos, disidentes de la línea que marca el club en todo lo relacionado a este segmento mallorquinista.
Las pancartas, pitadas o cartas hablando de sentirse estafados por los árbitros solamente son fuegos artificiales. No llevan a nada ni logran que ningún colegiado se sienta intimidado o le hará reflexionar. El efecto será todo lo contrario. Saldrán a pitar al Mallorca directamente encabronados. Los árbitros, no solamente los de Primera, lo saben todo de los equipos que van a pitar y de su situación. Ninguno de ellos se siente culpable de que estés en descenso, seas el tercer equipo más goleado con la bochornosa cifra de cincuenta goles, que los delanteros no le marcan un gol ni al arco iris y así podríamos seguir dando números groseros para un equipo de Primera.
Sin voz
Desde el club dicen que se van a quejar a Madrid de los arbitrajes. Pero la pregunta del millón es quién va a hacerlo. ¿Quién es el elegido? Andy Kohlberg no conoce a nadie. Alfonso Díaz es un buen CEO de negocios pero sin ningún peso en el fútbol profesional ni en la RFEF. Tampoco el director de comunicación Albert Salas. Porque no hay más. Pablo Ortells no puede meterse en esta dinámica al ser el director deportivo. El hombre que debería ser quien maneje estas crisis, como es Toni Tugores, solamente le permiten acercarse al colectivo arbitral de manera testimonial como delegado de campo.
Que, por cierto, hoy muchos clubes tienen a un exárbitro en esta función como es el caso de Mejuto González en el Getafe. A las instituciones que controlan el fútbol hay que trabajárselas en Madrid con gente que conoce la cocina del Comité y la Federación. No puede ser desconocido, mucho menos un intruso, en un mundo tan cerrado y corporativista como son los árbitros y los federativos instalados en Las Rozas. El Mallorca, por no tener, no parece disponer de su parcela de poder en LaLiga con Tebas y socios, los cuales muchos de ellos si mueven hilos con brillantez y mucha discreción.