Luis García Plaza reconoce que duerme poco y sufre como un perro, cosa que no dudo. El bueno del míster lo está pasando fatal y no es para menos. Los números son catastróficos y, en cualquier club con una propiedad medianamente coherente y futbolera, ya se habría pronunciado y se hubiera posicionado ofreciendo su apoyo incondicional al técnico y leyéndoles la cartilla a los verdaderos culpables –todo el mundo ya ve que son la mayoría de futbolistas- o destituyendo al entrenador como solución fácil y clásica.
Los futbolistas, que saben que son los culpables, viven de la debilidad de un Luis García abandonado y desatendido.
Pero me temo que no veremos ninguna de las dos, como ya ha ocurrido en anteriores crisis deportivas que acabaron de la peor manera posible. Alguien tiene que pagar las consecuencias de ser incapaces de ganar un partido y caer en picado a Segunda División. Y debe producirse de inmediato. Pero si Robert Sarver no piensa mover ficha, lo mínimo que se le puede exigir es que se pronuncie a través de un tweet o un comunicado. Porque lo de dar la cara, al millonario americano no parece gustarle.
Capricho
Este es el gran drama del Mallorca. Navega sin mando y la propiedad no tiene ni idea de cual es el protocolo que se aplica en esta situación. No saben nada de nada y parece claro que tampoco les ha interesado ni preocupado aprender desde que le compraron el club a Ütz Claassen. Poco parece importarles que se regrese al fútbol de plata y que los ingresos por televisión pasen a ser insignificantes comparándolos a los casi 50 millones por estar en Primera.
No es un problema de dinero para ellos, pero tampoco de sentimientos. Nadie sabe a que juegan. Para ellos el club con más de cien años de historia es un capricho. Un juguete que, el día que se cansen, acabará en la basura. Ese momento podría estar cerca. Todo esto lo saben los ejecutivos del club y es por ello que se ha instaurado el “sálvese quien pueda”.
Desgobierno
El entrenador no es el culpable. Pero sin el apoyo presencial de algún propietario está a los pies de los caballos, dando la impresión de haber perdido el mando sobre el núcleo duro de la plantilla. Su situación es la peor que se puede vivir y los futbolistas lo saben. Viven de la debilidad de un García Plaza abandonado y desatendido. Este escenario es el deseado por cualquier plantilla que sabe que los principales culpables son ellos.
Culpables por su poco nivel, constantes errores y falta de compromiso sobre el césped creyéndose que pueden engañarnos a los que conocemos como son y como se manejan la gran mayoría publicando en sus redes mensajes apelando a la unidad entre todos. Conocen y saben el desgobierno que existe en la institución y lo único que pretenden es salvar su imagen y conseguir el apoyo de niños, jóvenes y aficionados rojillos que siguen creyendo en sus mentiras y amor por el escudo.