El Mallorca sacó un grandísimo resultado ante el Albacete pero esto no ha terminado (2-0). Estoy seguro que Vicente Moreno les dejará celebrarlo hasta medianoche pero, a partir del viernes, pedirá que sus jugadores pongan los pies en el suelo porque el domingo se disputa el segundo capítulo en un entorno que será hostil con un rival que saldrá a jugarse sus últimas cartas.
Moreno pedía tener una pizca de suerte pero, para tenerla, hay que creer en ella y generarla en un entorno de optimismo.
Control
Los rojillos empezaron muy ordenados defensivamente impidiendo a los manchegos hacer su juego con pases interiores, controlando los centros laterales y solucionando el balón parado. El único problema llegó con balón para poder hacer posesiones largas, dominar el juego y neutralizar al rival. Los correcalles no beneficiaron porque provocaron como consecuencia muchas pérdidas de balón. La gente empujaba al equipo y debido a eso el se dejaron llevar en la primera parte. Antes de empezar la segunda mitad me dio la sensación que el Mallorca salió un poco ansioso al campo. La demostración fue salir al campo con bastante antelación que el Albacete y creo que es una cuestión que se debe saber controlar para poder aspirar a ascender y evitar sufrir malas pasadas. Si se aprende de ello, el equipo crecerá muchísimo.
Acierto
El Albacete buscó presión alta en el segundo tiempo aunque sin crear ocasiones. Moreno hizo una modificación táctica llevando a Lago y Suárez a marcar a los laterales para que Sevilla y Rodríguez hiciesen su trabajo más por dentro. El equipo pudo jugar más arropado, paró el partido y el ritmo bajo le benefició. En el último cuarto de hora llegó esa pizca de suerte que pedía el técnico en la previa. Zozulya perdonó el empate a uno en un mano a mano pero Rodríguez puso el dos a cero a un minuto del final. Para tener suerte hay que creer en ella y esta se genera en un entorno de optimismo.